Altísimo melodrama, con niña prodigio de familia pobre que es adoptada por una familia rica para que pueda progresar en su carrera como concertista de piano y en el camino se convierte en una mujer dura -interpretada por una Olga Zubarry excelente, medida, perfecta en su manera de construir al personaje con todo el cuerpo, incluso cuando toca el piano- sólo preocupada por el éxito y la perfección en su trabajo. Pero -y claro que hay un pero, tratándose del melodrama- la chica soberbia aprenderá a llorar cuando una enfermedad ponga una sombra sobre su carrera; lo maravilloso, y acá interviene la lágrima del título, es el modo en que ese dolor nuevo enriquece un talento que era innato, en un final deslumbrante que casi podría responder a aquella famosa consigna de que entre el brazo y el cerebro debe mediar…bueno, ya saben.
Concierto para una lágrima (Argentina, 1955) de Julio Porter, c/ Olga Zubarry, José María Gutiérrez, Lautaro Murúa, Perla Alvarado. 87’.