Ante la pregunta de cómo hacer hoy una película de gauchos que evite el lugar común de impostaciones enfáticas y réplicas sentenciosas, El desierto negro encontró las respuestas. Respuestas que están en la historia de Miguel Irusta, un prófugo de la justicia que huye de una partida de soldados, y entre ellos de uno joven obsesionado por no perderle pisada. Pero más que en la trama, esas respuestas están en ese universo sugerente y lacónico, donde el silencio habla tanto como los surcos de los rostros o los sorprendentes cielos en blanco y negro, plenos de contrastes y premoniciones trágicas. Lo que el debutante Gaspar Scheuer logró fue inventar un mundo con reglas propias que sintetiza resonancias tanto de la literatura como del cine argentino –desde Martín Fierro y Cruz hasta Lucio Mansilla o el Juan Moreira de Leonardo Favio– y de la épica del western, explícitamente homenajeada en la procesión de carretas que evoca Caravana de valientes de John Ford. Y esas resonancias terminan por dar vida a una película contemporánea. Es más: El desierto negro es la primera película de época del nuevo cine.
El desierto negro (2007) de Gaspar Scheuer, c/Guillermo Angelelli, Mónica Lairana, Guillermo Somogyi, Mateo Deschutter, Alberto Rognoni, Pablo Almirón. 99´