Cuando una película empieza con un mar embravecido, generalmente quiere decir que va a haber problemas (y muchas veces un corazón atormentado). En Rebeca, Mr. de Winter y su futura esposa se encuentran por primera vez en Montecarlo junto a un acantilado no muy distinto de los de Cornwall. Una vez casados y de regreso en Manderley, un secreto que recorre la casa como un fantasma sale literalmente a la superficie –y lleva a una culminación infernal que tiene la firma de Hitchcock–, porque eso es lo que pasa cuando las cosas se ocultan en el agua: a veces vuelven.
Rebeca (Rebecca, EUA-1940) de Alfred Hitchcock, c/Joan Fontaine, Laurence Olivier, George Sanders, Judith Anderson. 130’.