Desde su estreno Prisioneros de la tierra fue celebrada como un hito dentro de la historia del cine argentino, y con los años pasó a ser una referencia ineludible dentro de la tradición social y política del cine nacional y latinoamericano. Asimismo, si bien no fue la primera película nacional ambientada en el litoral, estableció un imaginario sensorial y simbólico que sirvió de base para diálogos y contrastes con producciones posteriores que retomaron esos escenarios. Las aguas bajan turbias (1952), por ejemplo, volvió a situarse en el ámbito de los yerbatales y los conflictos entre obreros y patrones, aunque aquí el destino trágico fue reemplazado por la posibilidad de un futuro mejor para los trabajadores. Texto de Soledad Pardo, Alejandro Kelly y Ana Laura Lusnich.