La versión cinematográfica, una multiplicación dramática de la pieza teatral de Tato Pavlovsky, amplifica y potencia algunos de sus hallazgos. Desde el acierto inicial, son los túneles del subterráneo de Buenos Aires el escenario para el vía crucis del doctor Eduardo Martínez, un médico elemental que espanta por su banalidad. Las líneas y combinaciones se transforman en una maraña mental, metáfora genial de las construcciones seudodelirantes del protagonista. El director, que descubre el film que anida tras la obra teatral, explota cada uno de sus detalles y nos pasea por una galería de la culpa. Las proyecciones paranoides, los autorreproches, los sentimientos atormentadores, las fantasmas persecutorios, se suceden frente al espectador creando un clima inquietante que anticipa lo peor. Fragmento de un texto de Juan Jorge Michel Fariña.
Potestad (Argentina, 2001) de Luis César D’Angiolillo, c/Eduardo Pavlovsky, Lorenzo Quinteros, Noemí Frenkel, Susy Evans, Luis Machín, Miguel Dedovich, Alejo García Pintos. 90’.