La apoteosis de la opereta tanguera, inaugurada por las películas de Carlos Gardel y prolongada por las que Libertad Lamarque protagonizó para José Agustín Ferreyra, se produjo a partir de 1948 con el feliz encuentro entre Hugo del Carril y Homero Manzi, uno de los máximos poetas del tango y guionistas del cine argentino. Manzi tenía un guión que había tratado de hacer en la productora Artistas Argentinos Asociados con Francisco Petrone y Enrique Muiño, pero allí le habían dicho que esa historia era más bien para una actriz que hiciera de madre y un cantor. Manzi se atuvo al consejo y, en colaboración con Ralph Pappier, realizó Pobre mi madre querida, con Emma Grammatica como la madre y Hugo del Carril como el cantor.
El término melodrama no sirve para definir como corresponde a este film cuya poética es de una absoluta pureza tanguera. La historia transcurre en la década del 10, distancia que, de paso, aumenta la credibilidad de la tragedia. Del Carril interpreta a un antihéroe torturado, que se degrada a sí mismo hasta pedir la muerte porque no puede soportar la idea de su propia cobardía. Aída Luz es la mujer fatal que resulta no ser fatal pero sí mujer y exige ser respetada en sus propios términos. Graciela Lecube es la muchachita buena y Grammatica la mamma que sufre todos los disgustos. El tango Pobre mi madre querida se utiliza al principio, como anticipo de lo que vendrá, y es nuevamente recordado sobre el final del film. El vals Desde el alma alimenta al comienzo la ilusión de la muchacha y, cerca del final, suena casi como una parodia de esa ilusión. Varios tangos, instrumentales y cantados, confluyen en la reconstrucción del Velódromo, lugar preferido por la gente de vida disipada, que jugará un rol esencial de contrapeso en la ficción: mientras Aída encuentra la forma de salir de ese ambiente, Hugo se sumerge en él intentando vanamente licuar su cólera autodestructiva.
Del Carril, Manzi y Pappier tuvieron un encuentro todavía mejor unos años después en El último payador (1950), una biografía igualmente trágica del cantor José Betinotti. En lugar de madre hay aquí un maestro, y de nuevo dos mujeres enfrentadas en el deseo del protagonista. Como ha señalado el historiador Jorge Miguel Couselo, el film tiene un valor adicional por su minuciosa reconstrucción de ambientes finiseculares, en particular el circo criollo y los mitines partidistas de los caudillos, a menudo amenizados con la presencia de cantores populares. También se integran a la trama las primeras luchas obreras y el inicio del tango canción, emblematizado en el primer registro de Mi noche triste por Carlos Gardel (el que se escucha en el film no es ese primer registro pero no importa).
Ambos films tienen un notable cuidado plástico, una estética muy elaborada que aprovecha al máximo las posibilidades de los decorados en estudios. Esa riqueza visual se debe mayormente al aporte de Pappier, habitual escenógrafo y encargado de efectos especiales. Eventualmente siguió una carrera errática como realizador y no volvió a encontrar otro Manzi que le proporcionara un tema a la altura de su enorme talento.
Pobre mi madre querida (Argentina, 1948) de Homero Manzi y Ralph Pappier, c/Hugo del Carril, Emma Gramatica, Aída Luz, Graciela Lecube, Horacio Priani. 92’.