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Fue el primer éxito masivo del cine nacional y proyectó, ayudada por la crisis del cine europeo precipitada por la Primera Guerra Mundial, un breve momento de despegue para la industria. Fue una idea de Humberto Cairo, (financiado por la Sociedad General Cinematográfica, distribuidora de Julián de Ajuria) quien concibió la historia, de la que se conserva un tratamiento de diez páginas escrito por él. Allí está lo esencial del relato: un estanciero despótico (y, como lo describe Cairo, foráneo: “Don Pepe, un estranjero (sic) enriquecido a expensas del trabajo ajeno”, un gaucho noble, y el salvataje de “la criollita” cautiva en la mansión de la capital del estanciero. El esquemático argumento está redactado con un énfasis retórico en la descripción del campo (“rancho completamente aislado en el silencio infinito, en la soledad pampeana”, “grandioso desierto”) que hace presuponer que Cairo estuvo atento a la utilización de exteriores reales como punto fuerte del film. De hecho, la amplitud del horizonte o la tapera derruida y agreste del cocoliche Don Genaro deben haber sido vistas raras en una época en que muchos exteriores eran telones pintados (en este sentido hay que lamentar que la escena de la borrachera del estanciero, filmada en el legendario cabaret Armenonville, no haya llegado hasta nuestros días). Pero las influencias fundamentales para su éxito fueron los aportes de Ernesto Gunche y Eduardo Martínez de la Pera en la “dirección técnica” y de José González Castillo en la composición de los intertítulos. Texto de Sebastián Yablón.

Se verá con música en vivo compuesta e interpretada por la National Film Chamber Orchestra que coordina Fernando Kabusacki.

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