En líneas generales, el tema es muy parecido al de HERENCIA. Aquí también hay una mujer y un hombre que se encuentran por casualidad, en un momento crítico de sus vidas. Él es argentino pero español por adopción, así como Olinda era italiana pero argentina. Y para ambos el conocimiento del otro funciona como una palanca que les permite volver a moverse. Pero sobre esa base común, hay grandes diferencias de concepción y estilo. Por empezar, Hernández se despega de toda forma de costumbrismo para permitirse profundizar en los estados de sus protagonistas sin explicaciones fáciles. ¿Cómo se habla mejor del dolor? ¿cómo se explica la angustia? ¿qué tiene que ver mi tristeza con la tuya? El cine argentino lleva décadas faltándole el respeto a las emociones con dramaturgia de café. Hernández, en cambio, entiende que las crisis anímicas pueden (y suelen) ser un misterio para quien las padece y entonces decide evocarlas con la imagen, el color, las texturas, el tiempo. Y la lluvia, claro, permanente durante todo el film.
El resultado de esa operación es que al espectador no le hace falta saber qué les pasa literalmente a los protagonistas. La extensa introducción de Bertucelli en un embotellamiento, concebida y realizada con virtuosismo, basta y sobra para entender cómo se siente. Lo mismo en otra escena posterior, más simple y a la vez más emocionalmente violenta, en la que ella regresa fugazmente a la casa donde ha (con)vivido hasta hace poco, y se le hace insoportablemente ajena. El drama personal de Alterio parece menos abstracto pero no obstante, a Hernández le interesan los detalles más sutiles, como los puentes secretos que quedan tendidos entre un padre y un hijo aunque apenas se hayan conocido, las cargas con las que no se puede hacer nada concreto, salvo soltar.
Como si la extranjería facilitara la empatía, ambos personajes se apuntalan mutuamente, se buscan, se alivian y se ríen juntos frente a una falsa playa tropical, único escenario cálido de un film pensado mayormente en azul y gris. Después se ponen en movimiento, en direcciones claramente distintas. Se recordarán, seguramente, como los recordaremos nosotros, como se recuerdan las cosas buenas.
LLUVIA (Argentina, 2008) de Paula Hernández, c/Valeria Bertucelli, Hernesto Alterio. 110’.