En su libro El Negro Ferreyra – Un cine por instinto, el historiador Jorge Miguel Couselo rescata un texto de Blas Matamoro que encarna a la perfección las resonancias populares dela estilización buscada por Ferreyra para este film: “Como la virgen María del culto filisteo, la sirvientita ilusionada, también María de nombre, es virgen y madre deshonrada con la presencia de su hijo que la señala sin descargo ante la sociedad hipócrita y despiadada. Como el Cristo de los altares filisteos, su chico presentará ser el redentor de la sociedad futura, en que los pobres y los ricos se reconozcan hermanados por la sustancial comunidad biológica que hace nacer a todos los seres humanos del mismo amor entre el hombre y la mujer. En tanto las comadres del barrio desfloran la honra de la sirvientita, Ferreyra filma la escobilla del basurero que barre una rosa por el fango de la calle. María huye después, cuando intuye que algún día le sacarán al niño que siente suyo por la ley de amor humano que los ricos olvidaron, a través de calles desiertas, ambiguas de sombras y finalmente inundadas de niebla. La imagen de la cabecita negra con el hijo apócrifo en los brazos es fotografiada en el agua sucia de la alcantarilla: Nuestra Señora del Fango; su voz canta la canción emblemática que luego se llamará Yo soy María y a su término la imagen se habrá transformado en la de una madona de altar, con candela encendida a su lado”.
Se proyectará junto al cortometraje Mosaico criollo, de Eleuterio Iribarren y Edmo Cominetti.
LA LEY QUE OLVIDARON (1938) de José Ferreyra, c/ Libertad Lamarque, Santiago Arrieta, Herminia Franco, Pepita Muñoz, José Mazilli. 77’.