Grete Stern. Sueño Nº2, 1949.
La serie de fotomontajes que Grete Stern realizó para la revista Idilio entre los años 1948 y 1951 conjuga sentido crítico con fuerte conocimiento técnico. La fotógrafa es alumna de Walter Peterhans unos años antes de que éste ingresara como profesor a la escuela Bauhaus. En 1927, Stern viaja desde su Stuttgart natal a Berlín para estudiar fotografía, un medio relativamente nuevo y, quizás por ese motivo, menos estigmatizado por los estereotipos de género que excluyen a las mujeres de las disciplinas artísticas más tradicionales. Por otro lado, la fotografía le permite poder autosustentarse, situación fundamental para una Neue Frau o Nueva Mujer, fenómeno sociológico con el que se denomina a todo un grupo de mujeres, en su mayoría procedentes de una burguesía ilustrada, que tras la Primera Guerra Mundial comienzan a cobrar presencia dentro del mundo laboral y artístico. Grete Stern es una Neue Frau sin lugar a dudas y eso fue lo que sustenta el carácter crítico de los fotomontajes que realiza años más tarde para Idilio.
En el estudio de Peterhans coincide con Ellen Auerbach, otra Neue Frau con quien monta un estudio fotográfico en el que realizan diseño gráfico y publicidades. La amistad entre ambas dura hasta el final de sus vidas, la cual queda documentada en el conmovedor film Ringl+Pit que dirige Juan Mandelbaum en el año 1995.
Por ello, cuando Walter Peterhans es llamado a integrar la Bauhaus –aún en Dessau–, en 1928, Stern tiene el suficiente dinero y poder de decisión para comprar los equipos de Peterhans y montar la citada sociedad con Auerbach. Dos años más tarde, al trasladarse la Bauhaus a Berlín, Grete Stern acompaña a su maestro en algunas de sus clases y es allí cuando conoce al fotógrafo argentino Horacio Cóppola. En 1933, ante el ascenso del nazismo, ambas amigas deciden trasladarse a Londres con sus parejas. Stern y Cóppola parten de esta ciudad, en 1935, para radicarse en Argentina. Auerbach y su pareja se trasladan a los Estados Unidos. Finalmente, el matrimonio Stern-Cóppola concluye en 1943, si bien Stern vive en Buenos Aires hasta el final de su vida.
En coincidencia con los años en que Grete Stern se radica en Argentina, las mujeres de nuestra burguesía urbana comienzan a tener una mayor visibilidad a través del consumo, ya sea con la compra de artículos o por sus publicidades. También su presencia en las calles, caminando solas o con amigas, aumenta. Es así como señala la historiadora Marcela Nari que “(…) para los años 20 y 30, la amenaza parecía estar más centrada en la subversión del sistema de género que de las relaciones de clase. De manera general, para los sectores más conservadores estas mujeres simbolizaban ‘la caída en la modernidad’. Para otros, su ‘modernidad’ era un buen presagio. (…) Fue esta ‘nueva mujer’ la que intentó ser domesticada en estos años. Una vez casada, la esposa feliz en la casita familiar y la madre higiénica”. [1]
El auge del mercado de revistas, en escala ascendente desde los años 50, unido a los discursos de las instituciones, ayudan a difundir y sedimentar un ideal doméstico en donde los roles están claramente delimitados: la familia nuclear consta de un padre activo y proveedor y una madre pasiva que vela por la crianza y educación de sus hijos. La permisividad en la ruptura de estos mandatos sociales sólo se le permite al varón, siempre y cuando no afecte al orden familiar. Así señala Isabella Cosse: “Ello significaba la normalización de la contradicción entre la moral pública y los actos privados. En el Río de la Plata la duplicidad de la moral sexual, amplificada con la inmigración española e italiana, operó sobre una sociedad cimentada en su condición de frontera, con una diversidad de formas familiares, alta movilidad de población y de tasas de masculinidad, y escasa presencia de la iglesia católica hasta el siglo XX, comparada con otros contextos latinoamericano. En el Buenos Aires de mediados del siglo XX, la connotación pecaminosa atribuida a la sexualidad encontraba su correlato en la colisión entre mandatos que glorificaban la satisfacción del deseo sexual de los varones y su represión en las mujeres”. [2]
En este marco de deseos y represiones se debe destacar –ya en los años 30– la expansión del psicoanálisis en la Argentina, y sobre todo, en Buenos Aires. El mismo se integra a la cultura de masas por medio de la incorporación del "consultorio del psicoanalista" o "consultorio epistolar" en varias publicaciones periódicas.
En este contexto, la serie Idilio de Stern está atravesada cronológicamente por las luchas para conseguir la autonomía política de las mujeres: la discusión que por esos años se lleva a cabo en la Argentina por el derecho al voto femenino. La ley 13.010 fue votada en 1949. Los años de la publicación de Idilio, son aquellos en que las mujeres consiguen su participación ciudadana y realizan su primera práctica en las elecciones de 1951. Estos debates influyen en los trabajos de Stern.
Aunque en los fotomontajes de Stern se muestra la asfixia de lo cotidiano en constante lucha con las búsquedas personales de las soñadoras; en muchos casos las problemáticas que rodean al ama de casa son tratadas desde un lugar humorístico y/o burlesco, buscando disparar en el/la espectador/a su capacidad de reírse de las situaciones absurdas que se labran en el día a día, en los sueños y en las fantasías. Ese costado irreverente aparece en los tamaños de los personajes de Stern, en las combinaciones antropomórficas y zoomórficas de los objetos y los/as protagonistas de las piezas.
Al respecto María Moreno señala sobre las lectoras de Idilio: “(…) al abrir las páginas de la revista semanal Idilio, seguramente lo que primero buscaran sería, por encima de la interpretación del texto rector, reconocerse en las imágenes de Grete Stern.” [3] Más allá de encontrarse entrampadas entre el deseo y su represión, estas soñadoras pueden llegar a verse reflejadas en las imágenes de Stern, abriendo paso a su concienciación. La generación venidera –nos referimos a las mujeres de los años 60 y 70– tomará la posta y labrará una vía de mayores posibilidades para el género. Aún continuamos en este camino.
Notas
1. Marcela Nari: Políticas de maternidad y maternalismo políticoBuenos Aires (1890-1940), Buenos Aires, Biblos, 2004, p. 266.
2. Isabella Cosse: Pareja, sexualidad y familia en los años sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010, p. 72-73.
3. María Moreno: “A camera desperta” en Os sonhos de Grete Stern (cat. expo.), Sâo Paulo, Museu Lasar Segall, 2009, p. 19.
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