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Una bella trapecista y el hombre fuerte de un circo conspiran para quedarse con la fortuna de Hans, uno de los liliputienses que se exhibe en el espectáculo. El extraordinario gesto de Browning en este film irrepetible consiste en subvertir la idea hegemónica de "normalidad" al adoptar el punto de vista de quienes la sociedad considera "anormales" y darles el protagonismo absoluto del film. La productora MGM se desentendió del resultado casi de inmediato y fue el empresario Dwain Esper, especialista del cine exploitation, quien lo salvó de perderse para siempre. La crítica reivindicó Freaks recién la década del 60.

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