La experiencia, aunque de gestos sencillos, no deja de ser inquietante: detenerse a mirar detrás de un vidrio la escena de un aula tradicional de nuestro país, desvencijada, con el piso y el techo destartalados, polvo por doquier, un cuadro del prócer de la patria inclinado, los pizarrones a medio escribir y medio borrar, los pupitres desorganizados, manuales escolares abiertos en páginas imprecisas, un reloj detenido a las diez de la mañana, una puerta y una ventana cuyo otro lado es impreciso o imprevisible.
Se diría, a simple vista, que estamos de frente a una escena habitual que nos recuerda un paisaje de nuestra infancia o un paisaje de interior, lo que podría significar lo mismo: el aula donde hemos pasado buena parte de nuestra vida, donde quizá hemos decidido algo de nuestro destino, el sitio donde cierto tipo de alegrías y cierta forma de humillación nos hice descubrir el mundo más allá de nuestras narices.
Pero en una milésima de segundo, cuando uno se apoya y sienta en las estructuras que permiten asistir a la escena común, un golpe de ojos hace conmover el cuerpo y sacudirlo de la pereza adulta: ya no estamos fuera, asistiendo a una suerte de imagen consabida y tal vez melancólica, sino dentro de ella como espectros de nuestra propia infancia. No habría mejor definición, pues, para el sentido de la edad adulta o para cierta comprensión de esa edad en la cual ya no tenemos la suerte del tiempo libre o del tiempo liberado: el tiempo adulto se ve forzado a retroceder hacia una experiencia mítica y es allí, donde quisiéramos regresar, donde nos encontramos con un mundo casi deshecho o casi destrozado.
Las preguntas iniciales surgen casi sin proponérselo y son, por lo menos, inquietantes, conmovedoras: ¿Hemos destruido la infancia al madurar?, ¿el aula nos ha dado paso al mundo y, en ese mismo movimiento, nos hemos dado cuenta de su perfidia y crueldad?, ¿o regresar al aula es volver a imaginar ese tiempo en que todavía nada era grave ni importante, ese tiempo en que todavía había tiempo y no era nunca demasiado tarde?
Costo: $300. Incluye ingreso a la exposición. Tickets disponibles en las cajas del museo.
Es Investigador Principal del CONICET y del Área de Educación de Flacso, Argentina. Sus escritos intentan reunir trazos de la literatura, la filosofía y la pedagogía. Sus últimos libros son: Escribir, tan solos (Mármara, 2017), Pedagogías de las diferencias (Noveduc, 2017), La inútil lectura (Waldhuter/Mármara, 2019) y Como un tren sobre el abismo. O contra toda esta prisa (Vaso Roto, 2019).
Magia, deseo y representación estética
A cargo de Florencia Abadi
Jueves 22 de agosto a las 18:30
Site specific
A cargo de María Filip
Jueves 12 de septiembre a las 18:30
Memoriales suspendidos
A cargo de Andrea Giunta
Jueves 19 de septiembre a las 18:30
El ciclo de encuentros Atravesar el umbral . Lecturas interdisciplinarias sobre la obra de Leandro Erlich propone una serie de charlas a cargo de especialistas en distintas áreas, que intentarán recuperar conceptos básicos de disciplinas dispares para generar nuevos interrogantes alrededor de la muestra Liminal.
Jueves 12 de septiembre a las 18:30
¿Qué características definen a una obra site specific? ¿Cuándo y por qué surgen? ¿Qué lugar ocupan en la tradición del arte moderno y contemporáneo? La propuesta es hacer un recorrido por la historia del arte de los últimos 50 años, señalando los orígenes de la categoría y analizando algunas de las obras más importantes.
Jueves 22 de agosto a las 18:30
Esta charla presenta una introducción a algunas cuestiones vinculadas a la noción de “magia”. Se analizará su concepción como ciencia oculta, su carácter técnico y la fundamentación de su práctica; y se reflexionará sobre el lugar del deseo y el ilusionismo en la obra de Leandro Erlich .
La exposición de Leandro Erlich funciona en dos niveles: el primero y más inmediato tiene que ver con el impacto visual que generan las obras o instalaciones arquitectónicas y el siguiente es una invitación a la introspección, al cuestionamiento.
Encuentro
Memoriales suspendidos
En diversas oportunidades la obra de Leandro Erlich –más asociada al lúdico acertijo y a la participación del público– remite al memorial. Memorial como el sitio que recuerda hechos ominosos del pasado o que invoca un tiempo reflexivo, que excede la participación física y se detiene en la mental.
Por Andrea Giunta
Jueves 19 de septiembre a las 18:30