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A la acusación de que la violencia y el sexo en las películas incitan comportamientos peligrosos, el cine siempre ha respondido desde lo camp: nada mejor que la extravagancia y la exageración para desafiar la seriedad moralizante. John Waters, el Papa del Trash, hizo escuela en esto parodiando, con un humor fino como el poliéster, los géneros. En este caso, haciendo un melodrama que, en lugar de suscitar rosas y perfume de señorita, huele a pedos, marihuana y adulterio de motel barato. Una putrefacción de la familia norteamericana, con una Divine trad wife cristiana y alcohólica como protagonista. Texto de Melina Mendoza.

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