En la larga lista de restauraciones importantes encaradas en los últimos treinta años, la de Metrópolis es un caso extraordinario, pero eso no es sorprendente porque se trata de una obra excepcional desde su misma concepción y es lógico que siga siéndolo en sus sucesivas reencarnaciones. Fue el film más caro de la historia del cine alemán y con el tiempo resultó también uno de los más influyentes, pero pocos pudieron verlo tal y como lo concibió su director Fritz Lang: pocos meses después de su estreno, la misma empresa que lo produjo decidió cortarlo y, con el tiempo el material faltante se dio por perdido. Sólo sobrevivieron diferentes versiones, sustancialmente alteradas.
El hallazgo de la versión argentina en 2008, que resulta ser lo más próximo que existe a la intención original de Lang, generó rápidamente la demanda de una nueva restauración pero al mismo tiempo planteó un problema nuevo: la imposibilidad práctica de unir de manera homogénea las primorosas imágenes de 2001 con lo que Koerber denominó “el material en peor estado que he visto en mi vida”. El nuevo metraje porteño no podía repararse digitalmente porque los daños que provocan sus defectos visibles no se hicieron sobre el material encontrado sino sobre un original en 35mm. del cual aquél se copió (hacia 1971) y que hoy ya no existe. Esos defectos son ahora parte de la imagen y ya no es posible eliminarlos sino sólo aliviarlos hasta cierto punto. Además, el material porteño es en 16mm., por lo que hay una diferencia de proporción con respecto al fotograma de 35mm. La suma de estas dificultades hubiesen hecho abandonar todo intento de reconstrucción si se hubiese tratado de cualquier otro film, pero como se trata de Metrópolis, la fundación Murnau decidió avanzar y Koerber se lo tomó con filosofía: “Los daños del material nuevo son rastros de todo lo que al film le pasó a lo largo del tiempo. Desde ese punto de vista es adecuado que el público lo vea”. Como escribió luego el crítico Roger Ebert, “los defectos son insignificantes comparados con el material redescubierto que representan”. La nueva restauración se estrenó en la edición 2010 del Festival de Berlín y poco después inició una circulación internacional en salas comerciales.
Ahora, finalmente, Metrópolis ha vuelto a ser un film de Fritz Lang: posee la complejidad narrativa que caracteriza sus otras obras mudas, su sentido arquitectónico del montaje, su ritmo. Y vuelve a verse completa en Buenos Aires, ciudad que hizo posible esa resurrección.
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Metrópolis (Alemania-1926) de Fritz Lang, c/Brigitte Helm, Alfred Abel, Rudolf Klein-Rogge. 148’.