Bruno vive en un suburbio, en una calle sin salida al costado de una ruta interurbana, pegado a la remisería “San Tropez”. Es un desocupado que a regañadientes se hace cargo de lo que queda de la panadería de su padre, una donación en vida de su padre. Tiene un hijo adolescente, Damián, una mujer, Ruth, una cámara de fotos y una video cámara que le quedó de su oficio de fotógrafo social. Enfrente de su casa hay una fábrica abandonada. Allí vive Cartucho, quién decidió ocupar la fábrica a la espera de la indemnización.
Bruno compra un auto usado y lo estaciona en el playón de la fábrica. Ante la mirada “espesa” de Cartucho, Bruno se ve obligado a darle una “propina” para que se lo cuide. Con el correr de los días la relación de los vecinos con el ocupa, el nuevo habitante del vecindario, se va llenando de extrañezas y desconfianzas. Sólo es defendido por Claudia, una vecina que tiene un canal clandestino de TV y por Damián, quien tiene una relación cercana con él que levanta sospechas de cierta intimidad.
Bruno se siente acorralado y perdido: por un lado Cartucho sigue pidiéndole “ayudas” y por el otro los vecinos le reprochan la protección que le ofrece al “ocupa”. El clima se enrarece, se tensiona. La paranoia de Bruno va en aumento, al mismo tiempo que la relación entre su hijo y Cartucho es cada vez más cómplice. Finalmente esa tensión estalla. Una noche llega la policía para llevarse a Cartucho luego de defenderse del acoso de los vecinos. Damián toma partido frente a la mirada silenciosa de Bruno.
Director
Luis Ziembrowski
Guion
Iosi Havilio
Luis Ziembrowski
Fotografía/Imagen
Segundo Cerrato
Edición/Montaje
Andres Tambornino
Dirección de Arte y de Producción
Federico Mayol
Sonido
Sebastian Gonzalez
Música
Cristian Dergarabedian
Productor
Luis Ziembrowski
Compañía Productora
Findling Films
Intérpretes/Entrevistados:
Sergio Boris, Diego Velazquez, Alan Daicz, Analia Couceyro, Daniel Valenzuela, Analhia Couceyro, Maria Ines Aldaburu, Gabo Correa, Ruben Noceda, Tamara Garzon, Oscar Alegre
Argentina, 2013 – 87 Minutos
La puesta en escena es alrededor de un personaje. La subjetiva se vuelve recurso. La cámara es la mirada de Bruno entrando al mundo lumpen. La película, desplegada en planos secuencias (con cortes internos) de manera intrusiva, es un desafío para la actuación: hay que sostenerla con intensidad.
Una cámara en mano flotante, expectante, con cierto vértigo en su movimiento, que acompaña la paranoia y la tensión del personaje principal.
Lumpen es "realismo sucio". Un mundo apenas iluminado que respete la esencia de esos espacios. Un realismo de zonas y fondos oscuros de donde los personajes emergen, despegándose. Ubicándose con las miradas en primer plano, cercanas a cámara, iluminados puntualmente por un planteo de luz ágil, liviano, acorde a la estructura de una película que hace del bajo presupuesto una propuesta estética.
Reconstruir el espacio le da un universo artificial donde la actuación y sus silencios buscan una verosimilitud singular.
Siendo actor, viviendo su naturaleza, dirigir es estimular y hacer soporte a las humanidades del relato. Encontrar una línea expresiva que se apoye en los “estados” de los actores.