La herencia en cuestión es la que deja una tía (Alba Mugica) a un eventual hijo de su sobrina (Marisa Grieben). El testamento otorga un plazo para que la muchacha sea madre, lo que no sólo altera la vida de ella sino también de su padre (Nathán Pinzón) y, sobre todo, de su marido (Juan Verdaguer). Aunque esa situación específica es determinante y, por momentos, dramática, Alventosa no la desarrolla hasta la mitad del film. El resto lo dedica a la descripción, en tono mordaz, de los personajes y sus circunstancias: el lugar de trabajo, la relación tangencial con la política, los rituales sociales. Cada situación más o menos arquetípica tiene una o más derivaciones hacia zonas periféricas que Alventosa aborda desde una especie de irónica objetividad, como si sus personajes fueran cobayos cuyas extrañas conductas y absurdos ritos le parecen dignos de estudio. La herencia puede entenderse como un catálogo de conductas típicas -aunque no exclusivas- del porteño de medio pelo: la intolerancia, el egoísmo, la hipocresía cotidiana, la obsecuencia ante cualquier forma de poder, en el trabajo o en la familia, la ansiedad por salvarse a costa de todo.
LA HERENCIA (Argentina, 1964), de Ricardo Alventosa, c/ Juan Verdaguer, Nathán Pinzón, Marisa Grieben, Alba Mugica, Ernesto Bianco, Silvio Soldán, Héctor Méndez, Alberto Olmedo. 78’.