El spaghetti se animó a cualquier cosa así que Shakespeare era sólo cuestión de tiempo. Un joven oficial recién vuelto de la guerra civil encarna los dilemas del príncipe danés, con fantasma y todo. El guionista Sergio Corbucci reemplaza tragedia por melodrama (es italiano) pero se las ingenia para mantenerse razonablemente cerca de la trama y hasta ser muy original con la invención de un cementerio instalado adentro de una enorme caverna. También logra incluir el famoso monólogo por vía del agregado nada arbitrario de una troupe de artistas itinerantes. Mediante toda clase de ideas formales alucinadas, Castellari demuestra por qué es uno de los directores más celebrados por Tarantino y hasta tiene el buen gusto de situar varias escenas en decorados que remiten de un modo u otro a la teatralidad. El paisaje del film es notoriamente distinto al de la mayor parte de los spaghettis y eso se debe a que la mayoría de los exteriores no se hicieron en Almería sino en una sierra de formaciones rocosas rarísimas conocida como “La ciudad Encantada”, cerca de Cuenca. Se destaca el carismático Gilbert Roland, que ya llevaba cuarenta años de estrellato en Hollywood y aún le faltaban otros veinte.
JOHNNY HAMLET (Quella sporca storia nel west, Italia-1968) de Enzo G. Castellari, c/Andrea Giordana, Gilbert Roland, Horst Frank, Ennio Girolami, Françoise Prevost. 91’.