Paula Hernández filmó su ópera prima HERENCIA en plena crisis del 2001 y la estrenó al año siguiente, tras un exitoso recorrido por festivales internacionales. A las turbulencias socioeconómicas de esa época habría que sumar también la revolución artística que supuso el llamado Nuevo Cine Argentino, cuyo denominador común era el rechazo por el cine de una generación anterior. De alguna manera Hernández logró abstraerse de todo eso e hizo un film optimista aunque en aquel momento costara encontrar razones para serlo. También intentó conectarse con algo del cine previo a la renovación, en particular el de Eduardo Mignogna, junto a quien Hernández había trabajado como asistente.
HERENCIA cuenta las crisis simultáneas que viven la señora Olinda, dueña de un pequeño restaurant donde transcurre casi toda la acción, y el joven Peter, un alemán que llega a Buenos Aires buscando un amor perdido. El encuentro de ambos sacude de sus respectivas inercias y les abre nuevas perspectivas, a las que se irán animando poco a poco. Hernández cuenta todo eso con herramientas muy clásicas y transparentes: la minuciosa construcción de sus protagonistas y su mundo afectivo, la sensibilidad para buscar el detalle elocuente y sobre todo la voluntad de que su universo expresivo se apoye en las imágenes antes que en las palabras. En ese plan es muy notable lo que logra de sus intérpretes y en particular de Rita Cortese, extraordinario eje emocional del film.
En alguna entrevista la directora dijo que HERENCIA era una historia sobre segundas oportunidades y en algún momento se dice eso mismo en el film. Pero el cine está lleno de películas sobre segundas oportunidades. HERENCIA es algo más raro, más difícil de hacer: un film sobre el hecho de volver a tener ganas.
Herencia (Argentina-2001) de Paula Hernández, c/Rita Cortese, Adrián Witzke, Martín Adjemián, Julieta Díaz, Héctor Anglada, Eduardo Cutuli, Carlos Portaluppi. 90’.