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Crónica de los últimos años de vida del astrónomo, filósofo, teólogo, matemático y poeta italiano Giordano Bruno, ejecutado por la Inquisición en 1600. Montaldo y Volonté vuelven a trabajar juntos, luego de haber realizado, dos años atrás, la excelente Sacco y Vanzetti (1971).

El film es un fiel retrato de época, se destaca su arte, la maravillosa fotografía de Vittorio Storaro y la música de Ennio Morricone.

En Giordano Bruno, Volonté vuelve a demostrar sus inmensas capacidades miméticas, esa cualidad de absorber personajes históricos y reinterpretarlos con una impronta personal, imprimía en todos ellos una personalidad única. Como en todas sus actuaciones, compromete su cuerpo y alma, como si hubiese reencarnado en los personajes. Resalta su pasión y la fuerza espiritual que tuvo Bruno al enfrentarse a la Iglesia. Un claro ejemplo, son las escenas en donde Bruno, a través de monólogos propios, defiende sus teorías ante el tribunal, la fuerza y convicción que plasma Volonté en ellas es magnífica, confirma su carismática y poderosa actuación.

A diferencia de Galileo Galilei, Bruno nunca se arrepintió de sus ideas, las llevó consigo hasta el fin de sus días, quizás aquí podemos trazar un paralelismo con la carrera de Volonté, ya que el actor no solo dejaba en las películas una actuación, sus interpretaciones iban más allá, dejaban una huella, muy propias de un autor. Como cita Bruno-Volonté: “El filósofo aunque no posea nada, es patrón de su propio destino”. Texto de Manuel Pose.

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