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Ya en medio de una breve calma para la clase media, pero a punto de ingresar en otra ola de conflictos, Liliana Paolinelli recupera en Por sus propios ojos la experiencia de un documental que hizo en el año 1997, ¡Motín!, 10 años después en una ficción. En ella dos estudiantes de cine de la Universidad Nacional de Córdoba (la más antigua del país, 400 años) rondan la puerta de una cárcel de las afueras de la ciudad buscando a las esposas y novias de los presos. Ahí conocen a muchas mujeres que les prestan más o menos atención y las ingresan en su mundo de amores en cautiverio. Una de ellas les dice que tiene mucho que contar, pero cada vez que la buscan se escapa. Pasan veces y veces por su casa, y siempre tiene una excusa. Sin darse cuenta, Alicia, la protagonista, comienza a formar parte de la vida de Elsa, la mujer que tiene un hijo en la cárcel: la convence de ir a ver a su hijo (pensando que, quizás, podrían enamorarse), la invita a su cumpleaños y le abre las puertas de su familia con calidez. Pero siempre, de repente, se retira. (…) Finalmente, la madre decide dar su testimonio. Las chicas organizan un espacio de la casa, eligen con cuidado encuadre y luz, hacen el balance de blancos y, cuando finalmente vemos a la mujer hablar frente a cámara, hay una elipsis. Vemos directamente a la mujer llena de lágrimas, habiendo dicho todo lo que tenía que decir. Texto de Lucía Salas.

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