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Esta historia sobre una prolongada venganza fue el único film que Brando dirigió. Según cuenta el actor en su autobiografía, iba a hacerla Kubrick pero se negó diciendo que no entendía el guión. Tras la negativa de otros realizadores, Brando decidió hacerla personalmente, entusiasmado con su personaje y con la posibilidad de trabajar con actores que estimaba. En parte por su propia inexperiencia y en parte por sucesivas reescrituras, el rodaje se extendió seis meses para horror de sus productores. Pese a todas esas dificultades y pese a que Brando se desentendió del montaje final, el resultado es extraordinario y tremendamente influyente: buena parte de la estilización formal del eurowestern posterior está anticipada aquí, así como su estilo salvaje, el gusto por la mugre y la violencia, la expresividad de los primeros planos y el tempo pausado de las confrontaciones. Los desesperados protagonistas, ajenos a todo heroísmo, preceden a los descastados de Peckinpah (uno de los que trabajaron para Brando en el guión). En los últimos años, el film superó su mala fama y fue objeto de una revalorización y sucesivas restauraciones, aunque la versión que Brando hubiera querido terminar (de cinco horas) parece perdida para siempre.