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Si el cine es una síntesis posible de distintas artes, especialmente de las artes visuales y las performativas, la personalidad desbordada de Bernardo Kehoe, un actor y pintor tucumano, es un vehículo aceitado para atravesar ese núcleo singularmente híbrido del cine. Por eso, la inteligencia de las miradas de Lucila Frank y Andy Morasso es indagar las contaminaciones entre performance y pintura, entre vida y obra, diluyendo fronteras en un retrato múltiple. Tras un exilio interno en Buenos Aires, perseguido en Tucumán por ser homosexual en los 80, la obra de Kehoe es un tráfico particular entre elementos culturales telúricos y el glam de Hollywood o la seducción orientalista. Desde el intimismo poético hasta la teatralidad pictórica, en patios abigarrados o en talleres de artistas, Kehoe, a los 70 años, puede revisitar y reflexionar el pasado sin detenerse, para planificar una muestra retrospectiva de su obra como otra oportunidad de crear un nuevo desafío que otra vez cruce sigilosamente los límites. Texto de Diego Trerotola.

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