En palabras del crítico español Carlos Fernández Cuenca, “El comienzo de la película nos advierte que no se trata estricta y rigurosamente del Quijote cervantino, sino de su tema ‘visto y sentido por Pabst’. Esta declaración explica con claridad indudable el sentido de lo que vamos a ver, saliendo al paso de suspicacias y de aspavientos. Se suprimen, como era necesario, muchos episodios, y se ordenan los conservados según la intención plástica que mejor convenía al cine. Por ejemplo, se deja para el final la aventura de los molinos de viento, que es causa de la muerte del noble caballero soñador. Hacer que sea el Rey Arturo de una farsa de teatro ambulante -y no el ventero considerado como noble castellano- quien arme caballero a Don Quijote, es licencia muy admisible por su ingenio y por su gracia”.
Don Quijote (Don Quichotte, Francia / Inglaterra-1933) de Georg W. Pabst, c/Feodor Chaliapin, Dorville, René Donnio, Renée Valliers, Jean de Limur. 74’.