Diversas circunstancias impiden el amor entre dos jóvenes, a lo largo de varios años, en este elaborado melodrama rural, que Del Carril compuso a partir de una obra de Hermann Sudermann (el mismo autor del tema original del film Amanecer, de F. W. Murnau).
La historia de un joven de familia acomodada que busca vengar la muerte de su hermano es el punto de partida para una descripción de contrastes entre el ambiente de los malevos, el tango y las apuestas en los reñideros, con el de la aristocracia porteña, sus niños bien y sus muchachas educadas en París.
El primer film que Fregonese realizó tras su regreso definitivo a la Argentina se inscribió en una línea histórico-policial que el cine local revisitó con frecuencia durante la década del ’70.
El film reitera un argumento bastante habitual en el cine de esos años: el hijo de un empresario se distancia de su padre y se mezcla entre sus empleados, en parte para enfrentarlo pero en parte también para “hacerse de abajo” y comprender así mejor los problemas de la clase obrera.
A más de cuarenta años de su estreno, este film sigue siendo sorprendente, en parte porque procede de un estudio major que hoy no se atrevería a hacer nada parecido, en parte por la complejidad esencialmente visual de su narrativa, y en parte porque aborda su tema sin pretender aclararlo.
La vida en las postas de la pampa durante la segunda mitad del siglo XIX (según novela de Guillermo House) fue representada aquí por Lucas Demare con el mismo aliento épico de sus anteriores La guerra gaucha (1942) y Pampa bárbara (1945).
La película es una adaptación de la novela “Calles de Tango”, de Bernardo Verbitzky, y su tema guarda semejanzas con la obra “Los de la mesa 10” de Dragún, así como con la versión cinematográfica que realizó después Simón Feldman: una pareja de jóvenes se enamora pero las diferencias sociales de sus respectivas familias complican esa relación.
Diversos episodios musicales componen este film-revista en el que Del Carril procuró fusionar sus dos grandes pasiones: el cine y el tango.
Un joven poeta al borde del suicidio recibe un obsequio fatal: una piel disecada que es en realidad un talismán capaz de conceder cualquier deseo.
Yo maté a Facundo
Como indica su título, el film es un retrato descarnado de Santos Pérez (Federico Luppi), presentado sin ambigüedades como instrumento del poder en virtud de la astucia ajena pero sobre todo de su propio servilismo, cimentado en un entorno de ignorancia y embrutecimiento.
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