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Un respetable abogado se arriesga a dejar de serlo por amor a una mujer acusada de asesinato, a la que debe defender. En su momento fue uno de los pocos fracasos comerciales del director pero en perspectiva gana en interés por la extraordinaria y torturada caracterización del personaje de Gregory Peck, que se debate entre su posición social y el amor fou. Es también una historia trágica de pasión irrealizable, que tendría ecos en personajes hitchcockianos posteriores, como el de VÉRTIGO. La extensa escena del juicio, rodada con varias cámaras, es justamente célebre por su virtuosismo formal.

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