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La televisión nos ha acostumbrado a las imágenes submarinas pero en 1956 filmar en el fondo del mar era una proeza que implicaba no sólo destrezas personales sino la invención y el desarrollo de equipos específicos. El legendario Jacques-Yves Costeau fue pionero en esos temas, como ya lo había sido en la invención de dispositivos que permitieron a los buzos una total libertad de acción. Ejemplo temprano de esas técnicas fueron un puñado de cortometrajes anteriores (como el extraordinario ÉPAVES), pero este primer largometraje supuso la superación de todos esos esfuerzos previos y la incorporación del color, que agrega toda una dimensión plástica al resultado. En algún momento de la preparación del proyecto, Costeau sintió la necesidad de apoyarse en otra persona para dar el salto del corto al largometraje y por eso subió a bordo a Louis Malle, que ya tenía alguna experiencia en rodajes submarinos. El film produjo un impacto enorme (Palma de Oro en Cannes, Oscar por mejor largo documental) y fue el punto de partida de la formidable carrera audiovisual del Gran Capitán. FMP.