El enfoque narrativo gozaba aquí simultáneamente de las ventajas de ser único y complejo. Por un lado, ninguna escena del film (exceptuada la rápida muerte de Jerome Cowan) omitía la presencia de Humphrey Bogart, detective particular, y nunca el espectador sabía más de lo que éste llegaba a averiguar. Por otro lado, todos los restantes personajes componían una banda criminal empeñada en capturar una joya de paradero incógnito, pero como cada uno de ellos era un ambicioso personal, la cadena engañosa de mentiras, disimulos y reticencias habrían confundido a más de un ajedrecista. El resultado dramático fue el de un continuo suspenso: en un sentido, el film procuraba la búsqueda de la verdad, y comprometía a su espectador en la aventura, suscitándole una atracción similar a la que, con otro planteo, hoy puede formularle Rashomon de Kurosawa. Este intento filosófico, expuesto por las situaciones pero nunca por el diálogo, tenía asimismo un epílogo melancólico. Con el tiempo se supo que Huston era afecto a terminar sus obras con una nota de frustración para sus personajes.
El halcón maltés (The Maltese Falcon, EUA-1941) dir. John Huston, c/Humphrey Bogart, Mary Astor, Sydney Greenstreet, Peter Lorre, Elisha Cook, Jr. 100’