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Toda la tradición del nonsense británico y de la psicodelia de los años sesenta parece decantar en este magnífico ejemplo de terror comédico, secuela de la igualmente memorable El abominable Dr. Phibes. Vincent Price se balancea en ese fino territorio que separa lo perturbador y lo grotesco y, entre colores intensos y encuadres enrarecidos, lleva a cabo algunos de los asesinatos más creativos y elaborados que se hayan visto. Toda sobreactuación y todo chiste naïf vienen al caso en este hermoso pastiche de bajo presupuesto, poblado de personajes secundarios pintorescos y giros de guión arbitrarios. Una marcada estética gótica se cruza con música barroca en medio de una trama abundante en referencias al mundo egipcio y a plagas bíblicas. Nada mejor para resumir a la película que su frase de lanzamiento: ¡La carne se arrastra! ¡La sangre se hiela! ¡Phibes vive!. Texto de Guido Segal.