Un policial de ambientes de cabaret protagonizado por Libertad Leblanc es el marco cómplice de la irrupción de una de las primeras actrices trans en el cine argentino.
Tiene una estructura característica del cine negro: hay un robo y una traición que provocan persecución y venganza. Pero los personajes que la protagonizan y los ambientes que habitan tienen una impronta de realismo doloroso.
Hay, por supuesto, una explotación del éxito de la saga de Locademia de policía, honestamente señalada en el título original y el local. Pero acá, la escatología y el desborde lo acercan a un exponente muy trash de esa sensibilidad ochentosa de la comedia pop.
Patricio Tarazona hace una invocación de la poesía queer desde Alfonsina Storni hasta Néstor Perlongher, pasando por Pier Paolo Pasolini, Alejandra Pizarnik y Federico García Lorca, para generar un territorio donde las historias encallan en versos algo célebres y algo bastardos.
Si el cine es una síntesis posible de distintas artes, especialmente de las artes visuales y las performativas, la personalidad desbordada de Bernardo Kehoe, un actor y pintor tucumano, es un vehículo aceitado para atravesar ese núcleo singularmente híbrido del cine.
Si hubiera que buscarle un universo de pertenencia a El prófugo, tal vez el más apropiado sería el de las pesadillas. Porque no es el terror lo que define la atmósfera de esta película, sino la particular claustrofobia que producen los malos sueños.
En líneas generales, una parte del film se inscribe en la línea del «erotismo silvestre» (Jorge Acha dixit) que el realizador Armando Bó había creado para Isabel Sarli.
Vuvuzela. Oda al chongo. Un documental con cruces de ficción que mira de costado al carnaval del país y se centra en sus varones.
La producción del documental Ilse Fuskova realizó un trabajo metódico de exhumar piezas inhallables. Fotografías, videos y documentos escritos a máquina que ni siquiera quienes participamos en aquellos años frenéticos de la endemoniada fiebre lesbiana contemporánea a la recuperación democrática recordábamos o sabíamos que existían, o que alguien los conservaba.
Esta película futurista de carreras de autos es también un comedia negra que parece fetichizar el mundo tuerca del mismo modo que J. G. Ballard lo hacía en su novela Crash publicada tres años antes.
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El apego
Argentina, años 70. Una joven desesperada recurre a una clínica que hace abortos clandestinos. Al descubrir que está en su cuarto mes de embarazo, la doctora se niega, pero le propone vender el bebé a unos clientes suyos, ofreciéndole refugio en su casa hasta que el niño nazca.
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