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Si tiene dudas… pregunte: la propuesta artística de Mónica Mayer
Por Karen Cordero Reiman

“Que si el álbum, el ropón, la foto, la anécdota… Pienso que es un trabajo esencial, un trabajo íntimo, ni reconocido, ni remunerado, femenino. También pienso que ese trabajo lo podemos utilizar para celebrarnos a nosotras mismas…”.
—Mónica Mayer en Celebración. Video de acciones como regalo de cumpleaños para Magali Lara, 1980-81.1

Esta exposición* es la primera retrospectiva del trabajo artístico de Mónica Mayer (Cd. de México, 1954), cuya producción y acción como creadora, crítica, docente y activista la ha ubicado a nivel nacional e internacional como la referente más clara y consistente en el arte feminista mexicano desde la década de 1970. Presenta la obra de Mayer como un fenómeno integral y multidisciplinario, que se plantea en un movimiento constante entre el trabajo individual y colectivo, y en diálogo reflexivo con su contexto personal y social, configurando un modelo alterno al sistema artístico hegemónico y a la vez incidiendo como presencia insistente en el campo del arte contemporáneo mexicano.  

Asimismo, busca plantear un guión museológico que difiere de las narrativas egocéntricas y a menudo hagiográficas que suelen caracterizar a las retrospectivas, abriendo la posibilidad de involucración del público en un proceso narrativo e interpretativo que toma en cuenta planteamientos conceptuales de la teoría, arte y literatura feministas, resaltando el modo en que la trayectoria de Mayer implica la construcción no sólo de obra sino de una vida en el arte que constituye una alternativa con respecto al sistema artístico tradicional. El concepto de “retrocolectiva” para describir la muestra, fue sugerida por la historiadora del arte argentina María Laura Rosa, para hacer referencia desde el título a esta integración de trabajo individual y colectivo, público y privado en la trayectoria de Mayer.

La exposición incorpora una amplia gama de producción, tanto individual como en colaboración con otros artistas y diversos públicos, y replantea aspectos medulares de la lectura del arte contemporáneo mexicano a partir de su consideración. Abarca obra bidimensional (pintura, dibujo, grabado, medios mixtos), obra tridimensional y conceptual (instalaciones interactivas, objetos que forman parte o son producto de actividades de performance y acción social), fotografía, video, obra sonora, artefactos, documentos y publicaciones. También plantea la reactivación de algunas piezas conceptuales, subrayando su continuada pertinencia, así como la realización de actividades performativas en las salas del museo durante la muestra.

Mónica Mayer. El tendedero, 1977-2009.

Así, el título de la exposición, Si tiene dudas… pregunte, apuesta a una muestra abierta, que se activa por medio de la involucración intelectual reflexiva y crítica, pero también corporal –física, afectiva– de las personas que la visitan. Remite a la obra Performance Parásito, realizada en diversas ocasiones desde 2005 por Mónica Mayer y en conjunto con Víctor Lerma; en ella, se arriman a los lugares donde otros realizan performance y entablan conversaciones con el público, incitando así a su participación dialógica con el arte. La obra de Mayer, como se ejemplifica por medio de la actualización de esta propuesta a lo largo de la exposición, toma el cuerpo humano sensible y multisensorial, subjetivo y social, como condición básica para su producción, y como eje para el desarrollo de un discurso del que ni ella ni su espectador-participante pueden distanciarse.  En este sentido es eminentemente político, pero se aparta claramente de los referentes retóricos que a menudo se asocian con esta modalidad.

De hecho, la obra de Mónica Mayer incorpora en múltiples sentidos el postulado básico del feminismo: lo personal es político. La coincidencia de su formación como artista, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Ciudad de México, entre 1972 y 1976, con la consolidación del movimiento feminista mexicana, será fundamental para el devenir de su obra, ya que a la par con su integración al movimiento como activista, reconcibe su vocación y producción artística a la luz del feminismo, cuestionando no sólo la forma y el contenido de su obra sino la estructura de sistema artístico. De estas fechas data su diseño de un cartel para una de las primeras mesas redondas sobre arte feminista (denominada “charla entrevista”) registrada en la Academia de San Carlos, en la que participa al lado de los historiadores de arte Juana Gutiérrez y Armando Torres Michúa, y cuyo diseño —con un puño agarrando un pincel en el centro del símbolo gráfico de la mujer– hace eco de las viñetas que realiza en el mismo periodo para el periódico Cihuat: Voz de la Coalición de Mujeres, en ambos casos producción anónima como integrante de un proyecto colectivo.

Asimismo, la documentación fotográfica de su participación en manifestaciones a favor del aborto libre y gratuito en los años setenta —a menudo al lado de su madre Lilia Lucido– en fotografías tomadas por la activista, fotógrafa y editora Ana Victoria Jiménez, o bien por su hermano Antonio Mayer y su pareja Víctor Lerma, se incorpora a tempranas obras bidimensionales como Primero de diciembre 77 (1977) y Genealogías (1979), inaugurando un proceso que continúa a lo largo de su obra gráfica y conceptual de imbricar, retrabajar y resignificar elementos de su archivo de vida (literales y performados, fotografiados o fotocopiados) en su obra —incorporándolos por medio del dibujo, el collage y elementos cosidos o entretejidos, y más tarde por medio de la gráfica digital, la escritura en blogs, y conferencias performanceadas, en un ir y venir fluido que constituye no sólo una metáfora del carácter integral de su vida y obra, sino una proposición plástica en este sentido.

Este elocuente manejo de lo entretejido, que además invita a un acercamiento íntimo y táctil con la materia, como una extensión del cuerpo, se expresa de manera ejemplar en la serie de “tapices” de acuarela sobre papel de 1978 que son de las pocas obras de Mayer que podríamos denominar abstractas, pero que tienen títulos muy concretos que remiten a diversas dinámicas del encuentro sexual: Tapiz para un amante, Tapiz para un seductor, Tapiz para un violador. Al igual que las obras de la serie “Collage íntimo del año anterior, ponen de relieve la manera en que la inquietud de introducir en el ámbito público una reflexión sobre la experiencia del cuerpo femenino, que no separa sus dimensiones personales y sociales, da lugar a innovaciones formales y conceptuales, constituyendo una especie de “escritura femenina”, enunciada desde el cuerpo, como plantean las feministas francesas Hélène Cixous y Luce Irigaray. Asimismo, en obras como Lo normal (1978), compuesta de una serie de tarjetas que constituye una encuesta lúdica sobre el deseo, introduce los componentes de humor e ironía que serán elementos esenciales de su discurso plástico y verbal, haciendo eco de una de las características distintivas de la participación en manifestaciones feministas de grupos como La Revuelta, con sus montajes satíricos utilizando las figuras de íconos del patriarcado (la policía, el médico, el sacerdote, etc.).

Pinto mi Raya (Víctor Lerma y Mónica Mayer en colaboración con Antonio Juárez, fotógrafo). Nuestras banderas, 2015.

La fortaleza del manejo experimental del dibujo y la gráfica, así como la escritura y la narración oral, como vehículos para consolidar una voz propia a partir de su experiencia como mujer, también constituye uno de los ejes principales de trabajo de Mayer a lo largo de los años, aunque cobra una intensidad particular en los años ochenta. Las dimensiones a menudo desmedidas de los dibujos de Mónica Mayer de este periodo –contrastando con la intimidad que suele asociarse con el medio dibujístico— junto con su asombrosa productividad en estos años, plantean un escenario del dibujo como insistencia en dar voz e imagen a la subjetividad y la cotidianidad, como un medio de sobrevivencia que habla de la necesidad imperante del “espacio propio” tan elocuentemente caracterizado por Virginia Woolf en A Room of One’s Own (Una habitación propia). La insistencia también en la palabra escrita, haciendo un eco irónico y subversivo del castigo de primaria convencional en que los alumnos tenían que llenar el pizarrón con su reiterada declaración de conformidad, se manifiesta en obras como Puta (1987), Mi vientre (1987), Príncipe (1986) y Derrumbe (1986), en la repetición de los nombres de los objetos o de los fantasmas y estereotipos que rondan en el universo simbólico de Mónica Mayer. Aquí una letra cursiva, a la vez controlada y suelta, invade obsesivamente el espacio de los dibujos, adquiriendo una fuerza poética enigmática por su separación de una función descriptiva.  Enlaza las series de obras, adquiriendo la función de una extraña mantra que se repite de manera aparentemente infinita, a veces aludiendo a actividades que se escapan del control del tiempo calendárico, y a veces a memorias. 

La sensación que comunica la serie “Diario de las violencias cotidianas” (1984) de que asumir el papel de madre transforma todo —tan poderosamente evocada y analizada en el texto de 1974 de Adrienne Rich Of Woman Born (De mujer nacida)— se recrea magistralmente en estas obras sobre papel de gran tamaño, y la sensación de fragmentación que transmiten se refuerza y se reitera en el manejo de los materiales y procesos: collage, cortar y pegar, y a veces coser.  La presencia también reiterada de una serpiente rayada envuelta sobre si mismo como madeja (en la serie “Serpientes” de 1986), junto con el manejo del negro del grafito y los tonos incendiarios de amarillo, naranja y rojo, sugiere claramente un componente de erotismo inquietante e imponente en la ecuación simbólica de estas obras, aun cuando su apariencia es alejada de los estereotipos del arte erótico canónico. Y a la vez, las obras de las series “Los naufragios del cuerpo” y “Algo como el agua” de 1990 dislocan nuestra expectativas compositivas.  Perder piso… inestabilidad…son sensaciones corporales que emergen con fuerza innegable, contundente en ellas. Son obras llenas de cosas, líneas, texturas, objetos, imágenes, y sin embargo nos remiten inexorablemente al vacío, a la inseguridad y al deseo.

Otro aspecto esencial del trabajo de Mónica Mayer, que atraviesa toda su producción, es el manejo de lo que podríamos llamar una pedagogía feminista, que además de partir de una concepción de la interacción personal como política, implica una dinámica de horizontalidad, diálogo y participación, que se nutre por medio del trabajo en pequeños grupos.  El interés en crear una obra dinámica que incorpora distintas voces, partiendo de experiencias propias, aparece de manera intuitiva en El Tendedero (1978) en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, en la que invita a mujeres a colgar papelitos que completan la frase “Como Mujer lo que más detesto de la Ciudad es …”, y se nutre formalmente en los años subsecuentes cuando viaja a Los Ángeles a estudiar en el Feminist Studio Workshop y el Woman’s Building, semilleros del naciente arte feminista estadounidense, donde entra en contacto con figuras claves como Judy Chicago, Suzanne Lacy, Arlene Raven, Ruth Iskin y Sheila de Brettville, entre otras. De ahí, el trabajo en grupos ha sido un elemento constante de la trayectoria de Mayer, más evidente en su trabajo con Maris Bustamente en el colectivo Polvo de Gallina Negra (1983-1993) y con Víctor Lerma en Pinto Mi Raya (1989 al presente), pero también presente en una infinidad de instancias de trabajo en talleres y grupos, muchos generados por ella, en las que se propician sinergias creativas y se experimenta con la autoría colectiva. Es el caso del Taller La Mujer y el Arte (1982-1984) en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, del que surge el grupo Tlacuilas y Retrateras y el proyecto La fiesta de XV años (1984), y del Taller de Arte y Activismo Feminista en Pinto Mi Raya que concibió el proyecto No a las maternidades secuestradas (2012), para mencionar sólo dos entre los múltiples ejemplos posibles. El inicio de la incursión de Mayer en esta línea coincide con el auge de una serie de iniciativas conceptuales colectivas en México que se han historiado como el fenómeno artístico de “Los Grupos”, pero curiosamente los grupos feministas no se han tomado en cuenta en esta narrativa, como tampoco se ha incluido a Pinto Mi Raya en la historia de los denominados “Espacios Alternativos” de los años noventa.

A la vez, el aspecto dialógico del trabajo de Mayer, trasciende en los múltiples formatos que propician intercambios comunicativos y afectivos que forman parte de su práctica artística, individual y colectiva, desde su insistencia en el manejo de un lenguaje claro, directo, sencillo y lúdico, un tono conversacional, en su trabajo como crítica (durante veinte años en el periódico El Universal) y en sus conferencias performanceadas (desde “Las Mujeres Artistas Mexicanas o Se Solicita Esposa” de Polvo de Gallina Negra en 1984, hasta sus recientes presentaciones de Archiva: obras maestras de arte feminista en México en 2013-2014), así como en los programas de radio y televisión creados por Pinto Mi Raya (Pinto Mi Raya, donde las artes visuales suenan, 2002 y Por amor al arte en Canal 23, 2002).  Asimismo, el manejo del intercambio de cartas como parte de su obra, remitiendo a una larga tradición femenina en este sentido, está presente desde su tesis de maestría basada en la obra Traducciones: diálogo internacional de mujeres artistas (1979), en el proyecto ¡Madres! de Polvo de Gallina Negra (1983-1987), y también se ha integrado como soporte de varios de los textos de este catálogo. También, la conversación (como en Performance Parásito) y el permutar la narración de cuentos y recuerdos por expresiones de afecto y solidaridad física (en Pieformance, 1990 en adelante y en Abrazos de Pinto Mi Raya, 2008) son elementos medulares de su práctica performática. El manejo de un diario, documento en esencia íntimo, y su inclusión como parte de instalaciones tan diversas como Huesitos (1992-1995) —que constituye una reflexión sobre la vejez, la muerte y la fragilidad de la memoria– y Justicia y Democracia (Pinto Mi Raya, 1995)—que invita a una reflexión colectiva sobre estrategias para superar la injusticia y la corrupción– subraya la efectividad de hacerse vulnerable, coadyuvando así a la apertura del otro, y a la implicación de lo personal con lo social. 

En cuanto al replanteamiento que hace Mayer en su obra de estructuras sociales y culturales, no puedo dejar de mencionar —aunque podría parecer obvio– que la crítica y desestabilización de íconos estereotípicos de la feminidad y de las instituciones que los sostienen subyace en las mismas bases de la obra de Mónica, a partir de un feminismo radical que cuestiona las instancias fundamentales del patriarcado en México, como es el caso de la institución matrimonio (desconstruida en las diversas acciones que conforman el proyecto Las bodas y el divorcio de Pinto Mi Raya, 1980-2015), la fiesta de XV años (en la obra homónima realizada con Tlacuilas y Retrateras en 1984), y la institución maternidad (abordada en obras gráficas como la serie “Diario de las violencias cotidianas” de 1984 y por supuesto en ¡Madres! de Polvo de Gallina Negra). Sin embargo, es notable que ella misma pone su cuerpo y rostro en todas estas obras, para subrayar, como indica en su ensayo “De la vida y el arte como feminista”: “No quiero dejar de mencionar […] que para mi la lucha feminista más canija ha sido la que libro contra mi propia educación todos los días.” 

Las implicaciones del feminismo para una crítica más amplia al culto nacionalista a la guerra que implícitamente valida y fomenta la violencia social, también se desarrollan en obras procesuales participativas emblemáticas de Pinto Mi Raya, como son Nuestra Bandera y Yo No Celebro ni Conmemoro Guerras, dos obras que se ponen en diálogo en esta exposición, a partir de la union entre los dos proyectos que propuso el mismo colectivo en la activación más reciente de la pieza en la Casa del Lago de la Ciudad de México en 2015. Asimismo, tanto el trabajo personal de Mónica Mayer así como la persistente trayectoria de Pinto Mi Raya constituyen un admirable testimonio conjunto y un alentador ejemplo de la viabilidad y vitalidad de planteamientos alternos al sistema artístico mercantilizado e institucionalizado (galerías, ferias, bienales y crítica comercial, entre otros), no porque lo rechazan ni se distancian deliberadamente de él, sino porque han forjado y sostenido un sistema independiente de investigación, producción, acción y difusión del arte que propone y activa relaciones de poder distintas basadas en una postura ética feminista e humanista. En este sentido, el trabajo de Mayer plantea una dinámica política y artística alternativa, que se hermana con los esfuerzos de diversos grupos de arte y activismo, pero a la vez con un sin fin de colaboradores intencionales y accidentales.

Desarrollada en cercana colaboración con la artista, a través de un planteamiento conceptual y espacial que activa dispositivos museológicos tanto sincrónicos como diacrónicos, Si tiene dudas… pregunte: una exposición retrocolectiva de Mónica Mayer busca captar las pautas principales de su trabajo, resaltando sus cambios y continuidades, así como el resurgimiento de temas, imágenes y procesos, que coadyuvan a una activación crítica del campo cultural. Estructurada por medio de una introducción y tres núcleos principales, la muestra aborda los planteamientos del arte feminista, la vinculación de lo personal con lo político y lo estético en la obra de Mayer, y el planteamiento de la obra de manera dialógica en relación con distintos públicos y contextos socio-políticos. Asimismo, el programa de interpretación y mediación se ha concebido como un aspecto integral de la exposición, dada su coincidencia con los objetivos y modos de trabajo propios de la obra de Mayer. En este mismo sentido, la publicación que acompaña la muestra pretende a la vez documentar este planteamiento y articular nuevos diálogos con el trabajo por medio de su contenido escrito y visual, haciendo eco del papel fundamental del archivo y su activación en la trayectoria de Mayer. 

Así que, invitamos a su exploración, y: si tiene dudas…. pregunte. 

–––––

* Este texto fue publicado en el catálogo de la exposición Mónica Mayer: Si tiene dudas… pregunte/When In Doubt… Ask. Ciudad de México, MUAC-Museo Universitario Arte Contemporáneo, UNAM/Fundación Alumnos47, 2016, pp. 22-31. El sábado 23 de noviembre a las 15:00, Mónica Mayer activará su proyecto Archiva en la explanada de Malba y luego mantendrá una conversación abierta al público junto a Karen Cordero Reiman en el auditorio del museo. 

1. En las acciones en el video, concebido por Mayer y filmado por Maris Bustamante, colaboran también Carmen Boullosa, Lourdes Grobet, Rita Eder, Ana Lara, Rowena Morales, Carolia Paniagua y Jesusa Rodríguez.

2. Obras individuales de Mayer, como El tendedero (1978), y obras creadas por el colectivo Polvo de Gallina Negra (con Maris Bustamante) como ¡Madres! (1983-1987) han sido de las pocas obras de artistas feministas mexicanas que han tenido una persistente visibilidad, formando parte por ejemplo de la exposición antológica Wack! Art and the Feminist Revolution iniciada en el Museum of Contemporary Art de Los Ángeles en 2007. Mayer también es la única artista mexicana incluida en el Feminist Art Base del Elizabeth Sackler Center for Feminist Art del Brooklyn Museum.

3. Otro ejemplo elocuente de esta práctica es la serie “Docucuentos” de 2001 que crea una relación intertextual entre material del proyecto ¡Madres! (1983-1987) de Polvo de Gallina Negra y los dibujos de la serie “Casitas” de 1998. Esta resemantización de la obra propia en distintos momentos me acuerda de los procedimientos artísticos de Kati Horna, quien fue maestra de Mónica Mayer en la ENAP, en sus fotomontajes.

4. Estas obras y la referencia del tejido también pueden relacionarse productivamente con un taller de tapices en la que Mayer participó con otros colegas feministas en estos años, así como con la formación de su madre en la Escuela de Diseño y Artesanías, y—más ampliamente—con la práctica de arte textil de la artista mexicana Marta Palau (b. 1934) en estos años.

5. Una amplia documentación fotográfica de estos aspectos “proto-performáticos” en el movimiento feminista mexicano se encuentra en el Archivo Ana Victoria Jiménez, Biblioteca Francisco Xavier Clavigero, Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

6. Esto podría cotejarse en términos biográficos con el nacimiento y temprana crianza de sus hijos, así como con la muerte de su madre en este periodo; en todo caso es una década de gran creatividad, como se refleja tanto en la obra exhibida en el Museo Carrillo Gil en la exposición individual Novela rosa o me agarró el arquetipo (1987), así como en su productividad como docente (que da lugar a la formación del grupo Tlacuilas y Retrateras) y como integrante de los grupos artísticos Polvo de Gallina Negra y Pinto mi Raya. 

7. Las series “Diario de las violencias cotidianas”, “La última”, “Serpientes”, “Reina y príncipe” y “Mapas”, entre otras. 

8. En este manejo de imagen y palabra en su obra, Mayer coincide tanto con la pionera del arte feminista norteamericano Judy Chicago así como con la colega de su generación de artistas en México, Magali Lara. 

9. Véase por ejemplo Olivier Debroise, ed., La era de la discrepancia: arte y cultura visual en México 1968-1997. México, UNAM, 2007.

10. Ruth Behar, en The Vulnerable Observer: Anthropology That Breaks Your Heart (Boston, Beacon Press, 1996) trata de manera precisa y profunda este tema desde su perspectiva como antropóloga y escritora.  

11. Mónica Mayer, “De la vida y el arte como feminista” en Karen Cordero Reiman e Inda Sáenz, Crítica feminista en la teoría y la historia del arte (México, Universidad Iberoamericana, PUEG-UNAM, FONCA, CONACULTA, Curare, 2007), p. 412.

12. La sección introductoria, titulado “Tendiendo redes”, pone en diálogo tres versiones de la obra El Tendedero en distintos contextos geográficos y temporales, y una nueva versión de la pieza creado ex profeso para esta exposición. Los núcleos siguientes se titulan “Feminismo y formación”, “Hacia otra erótica: arte, vida, afecto” y “Lo personal es político, performativo y público”.

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