Desde la década de 1970, Claudia Andujar, la autora de las fotos aquí expuestas, ha dedicado su vida profesional y privada a la defensa de los derechos por tierra, salud y educación de los Yanomami. Sus fotos son contundentes, aunque necesitan ser contextualizadas. Este conjunto de fotografías fue tomado a comienzos de los años ochenta, antes de las grandes invasiones garimpeiras iniciadas a fines de esa década. Al crear, junto a otros defensores de la causa yanomami, la Comisión Pro-Yanomami, Claudia ideó un programa de protección sanitaria que incluyó una campaña de vacunación. Los nombres de los habitantes de las aldeas en las que el equipo médico trabajó eran poco o nada conocidos y, para preservar su privacidad, ella usó el recurso de identificar a las personas con números. Fue una táctica ingeniosa, que sin embargo remitía a otro contexto perverso, el nazi, donde se marcaba a las personas para morir en los campos de concentración. Pero la semejanza termina ahí. En el caso yanomami, atribuirles un número tuvo la intención inversa: fue necesario marcarlos para que sobrevivieran, protegiéndolos de las epidemias devastadoras que ya se anunciaban y que empalidecieron frente a lo que estaba por venir. Fue un acto extraordinario de prever el futuro.
Lo que aquí voy a hacer es mostrarles el contexto político en el que ocurrieron esas epidemias que pusieron a los Yanomami al borde de la extinción. Comencemos con las posturas imperantes sobre las realidades indígenas, especialmente de la Amazonia.
Destino manifiesto a la brasileña
Los vacíos demográficos son uno de los temas más comunes y persistentes de la ideología brasileña sobre la soberanía nacional y tienen como epítome a la región amazónica. Su carácter de “área de frontera” ha tenido consecuencias serias para los pueblos indígenas que allí viven. Del mismo modo que las tierras amazónicas aparecen como una inmensidad geográfica vacía, sus habitantes indígenas también son vistos como existencias ociosas, invisibles a la lógica expansionista de los “civilizados”. De esto deriva que la toma ilícita de territorios nativos no es vista como una invasión sino como una ocupación natural –y hasta obligatoria– por parte de frentes nacionales de colonización que quieren extender sus fronteras demográficas y económicas. Es un ejemplo de lo que se conoce como "destino manifiesto". Como si fueran tierras de nadie, las áreas indígenas son objeto de especulaciones en los más variados grados de ilegalidad, que casi siempre permanecen impunes. Al ser interpretada por los blancos como un indicio de que los indígenas están desapareciendo e, inevitablemente, se extinguirán por completo con el avance de la civilización, la baja concentración demográfica que caracteriza actualmente a las poblaciones indígenas de la Amazonia contribuye para esta “invisibilidad”. Se debe enfatizar que la baja densidad demográfica actual contrasta enormemente con los relatos de los primeros exploradores de la región y con los descubrimientos arqueológicos de los últimos años. Aunque los indígenas fueron diezmados de manera asombrosa desde el siglo XVI, la Amazonia brasileña abriga hoy a cerca del 40% de la población indígena que todavía sobrevive en Brasil–, o sea cerca de 340 mil personas pertenecientes a 175 pueblos diferentes. No obstante, estos datos no cambian en nada el cliché de los “vacíos demográficos”. Este fue y continúa siendo el leitmotiv favorito para justificar la invasión de territorios indígenas, simbolizado en el refrán “mucha tierra para poco indio”.
¿Quién articula la retórica de los vacíos demográficos y al servicio de quién está esta ideología? Para responder estas preguntas busco identificar los agentes y demostrar que las epidemias de sarampión y malaria, entre otras, han sido instrumentales para convertir la retórica de los vacíos en una situación de facto. Naturalmente, sólo puedo demostrarlo por evidencias indirectas pues moral, ética y políticamente tal proyecto no podría hacerse explícito bajo pena de incurrir en sanciones nacionales e internacionales. La ideología del destino manifiesto, instrumento decimonónico declarado por norteamericanos (Weinberg 1963 [1935]) y argentinos (Briones y Delrio 2009; ver Maybury-Lewis et al 2009) para expulsar a los indígenas de sus codiciados territorios, ya cayó en desgracia. En la coyuntura actual, el horizonte de los derechos humanos se amplió más allá de las fronteras regionales y nacionales, y cualquier intención de aprovecharse de choques epidemiológicos para eliminar a poblaciones indígenas, entendidas como obstáculos para el progreso], sería impronunciable.
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Fragmento de la ponencia dictada por Alcida Rita Ramos en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires el 21 de abril de 2016, en el marco de la muestra Claudia Andujar. Marcados, organizada con la colaboración de la Embajada de Brasil en Argentina entre el 4 de marzo y el 31 de julio del mismo año. Versiones más extensas de este trabajo ya fueron publicadas en la Série Antropologia (Ramos 1993) del Departamento de Antropología de la Universidad de Brasilia y en Bartolomé (1996).
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