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Por un multiculturalismo democrático
Por Sueli Carneiro

Género, raza/etnia, orientación sexual, religión y clase social son algunas de las variables que se imponen actualmente y conforman nuevos sujetos políticos que reclaman reconocimiento y políticas inclusivas al Estado y a la sociedad.

La emergencia de estos nuevos actores deriva de la insuficiencia de la perspectiva universalista para contemplar las distintas identidades sociales y realizar uno de los fundamentos de la democracia, que es el principio de igualdad para todos. La imposición de un sujeto universal al cual todos los seres humanos serían reductibles ha oscurecido, a lo largo del tiempo, las ideologías discriminatorias que promueven las desigualdades entre los sexos, las razas, las clases sociales, las religiones, etc. Son ellas: el patriarcado que, al instituir como natural la hegemonía del sexo masculino, justifica todas las formas de control, violencia y exclusión social de la mayoría de los seres humanos que pertenecen al sexo femenino; el elitismo clasista determinado por modos de producción que instauran clases minoritarias adineradas, que someten y explotan mayorías desposeídas; la homofobia resultante de la impulsión de la heterosexualidad como forma exclusiva de relación afectiva y sexual y la condenación arbitraria, muchas veces violenta, de las relaciones entre personas del mismo sexo; el fundamentalismo religioso responsable por gran parte de los martirios ocurridos en la historia de la humanidad, en que cada denominación religiosa, al buscar imponer su Dios a los demás, acaban transformándolo, de manera paradójica, en una de las principales fuentes de la intolerancia en el mundo; el racismo que, al decidir que un grupo social es superior al otro, provoca la deshumanización de grupos humanos y justifica las formas más abyectas de opresión, como la esclavitud, los holocaustos y genocidios, y la discriminación étnica y racial.

Estas son algunas de las ideologías que conspiran contra la consolidación de la democracia y el pleno ejercicio de los derechos de ciudadanía para la mayoría de la población en nuestro país, y que convierten al hombre blanco, de clase superior y heterosexual, en el único tipo humano a disfrutar plenamente del ejercicio de derechos y poder en nuestra sociedad. Por eso, aunque correspondan a una minoría, son mayoría absoluta en las instancias de mando y de poder de la sociedad.

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Rosana Paulino. As filhas de Eva [Las hijas de Eva], 2014.

Es en virtud de esta evidencia que entran en la escena política los movimientos de minorías políticas como el Movimiento de Mujeres, que lucha por la igualdad de género; de gays y lesbianas, por el derecho y respeto a una orientación sexual distinta; de negros o afrodescendientes, por la igualdad de derechos, etc. Es decir, la afirmación de la diferencia se constituye en un presupuesto para conquistar la igualdad. Y, entre ellas, la cuestión racial aparece de momento como aquella que tiene mayor peso en la estructuración de las desigualdades sociales en Brasil, con impacto en todos los indicadores sociales, como se puede comprobar por los estudios realizados por el IBGE, el Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas, el Departamento Intersindical de Estadísticas y Estudios Socioeconómicos, entre otros. Por eso, lo destacamos en este artículo.

La temática de la diversidad siempre estuvo presente en el debate nacional y sirvió de base para las principales tesis sobre la identidad nacional o la formación del País como nación. Triunfó, en este debate, un discurso de exaltación del carácter plural de nuestra identidad nacional, pese a que se construyó desde una perspectiva jerárquica, según la cual en la cima se encuentran los blancos responsables de nuestro proceso civilizatorio y en la base, los negros y los indígenas, que contribuyen con toques culturales exóticos que caracterizarían la manera especial de ser del brasileño.

La primera cuestión que plantea esta visión es la despolitización de los procesos de exclusión y discriminación que los “diferentes” sufren en nuestra sociedad, además de escamotear la manera en que históricamente el “diferente” se ha venido construyendo en oposición a una universalidad cultural blanca y occidental, supuestamente legítima, para instituirse como paradigma según el cual se evalúan los distintos pueblos del mundo.

Hay otro aspecto en este debate sobre diversidad. Es mucho más aceptado cuando es capaz de encubrir un elemento básico y estructurante de nuestra sociedad, que es el racismo, el más grande tabú de la sociedad brasileña, con relación al cual hay una verdadera conspiración de silencio.

Las organizaciones negras vienen, a lo largo de las últimas tres décadas, denunciando los procesos de exclusión a que los negros están sometidos en la sociedad brasileña. En el mercado de trabajo, buscan sensibilizar a las entidades sindicales para que incorporen la lucha contra el racismo y para que hagan uso de los mecanismos internacionales que combaten las discriminaciones en el ámbito laboral.

Y, en el sector empresarial, buscan sensibilizarlo sobre la adopción de políticas de diversidad en sus procesos de selección de personal. Se ocupan también de proyectos de capacitación y reciclaje de la mano de obra negra para el mercado de trabajo.

Las acciones que vienen realizando las organizaciones negras en el ámbito de la educación se expresan en distintas dimensiones de esta temática e inciden sobre la educación formal en distintos niveles; en la producción y evaluación crítica de instrumentos didácticos; en proyectos de formación para el ejercicio de la ciudadanía, para la capacitación para el mercado de trabajo y para el fortalecimiento de la capacidad de presión sobre el Estado.

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Rosana Paulino. Sem título [Sin título]. De la serie Tecelãs [Tejedoras], 2003.

La comprensión de que el racismo y la discriminación impiden la distribución igualitaria de la Justicia en Brasil viene motivando distintas iniciativas. La Constitución de 1988, al convertir el racismo en un crimen no excarcelable y no prescriptible, creó una nueva oportunidad de enfrentamiento al racismo en el ámbito legal. Desde entonces, esta perspectiva jurídica ha dado lugar a proyectos ejemplares y pioneros, como los SOS Racismo, servicios de atención legal para víctimas de discriminación racial, una experiencia exitosa que ya se ha multiplicado en diversos estados del país y en algunos países de América Latina.

En el campo de la cultura, son innúmeras las experiencias de politización de las expresiones culturales negras, en el sentido de fortalecer la identidad étnica y racial de la población negra, tales como las procedentes de los terreiros [1] de candomblé, de los grupos de rap o de las comparsas afro. La organización política de las comunidades remanentes de quilombos avanzó y adquirió dimensiones nacionales, y ahora esas comunidades le exigen al Estado, cada vez con mayor firmeza, el derecho a la titularidad de sus tierras ancestrales y a un desarrollo sostenible.

Las organizaciones negras vienen supervisando y denunciando las prácticas discriminatorias presentes en los vehículos de comunicación masiva y, por medio de los casos ejemplares, movilizan a la opinión pública a debatir la cuestión racial. Estas denuncias y críticas vienen obligando a los vehículos de comunicación a ampliar y diversificar la presencia de negros en estos vehículos, en especial, la televisión.

Las organizaciones de mujeres negras, por su parte, vienen desarrollando una serie de experiencias-modelo en distintos campos, como la comunicación, las nuevas tecnologías, la advocacy en los medios de comunicación, la asistencia jurídica y psicosocial para mujeres víctimas de violencia doméstica y sexual; experiencias innovadoras en el abordaje de las secuelas emocionales producidas por el racismo. Y, especialmente, las organizaciones de mujeres negras han impulsado la intervención en la cuestión de la salud desde el punto de vista racial, lo que visibiliza a la cuestión de las enfermedades étnicas/raciales, o enfermedades de más incidencia entre la población negra, y denuncia el sesgo de control de la natalidad de la población negra que tiene la esterilización en Brasil. Por lo tanto, las organizaciones negras vienen desarrollando un conjunto de “buenas prácticas”, o de experiencias ejemplares, a nivel nacional, para la inclusión efectiva de los negros en la sociedad brasileña.

Estas experiencias expresan la responsabilidad que los negros organizados tienen con relación a la población negra, la búsqueda de la construcción de una red de solidaridad basada en la identidad racial y en la consciencia de pertenecer a una comunidad de destino fundada en una experiencia histórica compartida. Estas prácticas tienen por objetivo superar la discriminación racial y, sobre todo, ofrecer al Estado y a los gobiernos modelos para políticas públicas que, al beneficiar a la comunidad negra, promuevan la realización de la igualdad de derechos y oportunidades.

La sociedad civil negra viene haciendo su parte: denuncia y reivindica, formulando e implementando propuestas inclusivas. Sin embargo, esas acciones logran baja visibilidad, así como poco apoyo y solidaridad del conjunto de la sociedad.

El problema racial requiere voluntad política de los gobiernos, empresas y demás instituciones de la sociedad para la adopción de políticas que rompan con el apartamiento racial existente en Brasil, que se expresa en los índices de desigualdad racial, que en algunos indicadores supera los encontrados en Sudáfrica.

Como indica la actual propaganda de Fiat, “ya es hora de cambiar nuestros conceptos”. Esto implica, por ejemplo, desnaturalizar la heterosexualidad, la hegemonía masculina, la supremacía blanca. En este último caso, exige, sobre todo, romper con la “comodidad” del mito de la democracia racial, en favor de reconocer que es urgente corregir las injusticias sociales motivadas por la exclusión de los negros, y especialmente de las mujeres negras, en nuestra sociedad.

Es una exigencia ética, un presupuesto para la consolidación de la democracia y una condición para reconciliar al país con su historia, en el sentido de la construcción de un futuro más justo e igualitario para todos.

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Rosana Paulino. Sem título [Sin título]
De la serie Senhora das plantas [Señora de las plantas], 2022.

Un tratamiento inspirador de la cuestión del multiculturalismo en Brasil nos lo ofrece Jacques d’Adesky en su libro Pluralismo étnico e multiculturalismo: racismos e anti-racismos no Brasil. Partiendo de la noción hegeliana de reconocimiento, d’Adesky nos hace saber que es el deseo de reconocimiento lo que nos lleva a la lucha. Deseo de reconocimiento de nuestra igualdad y dignidad humana, que se traduce políticamente en la lucha por el derecho igualitario a los bienes materiales y simbólicos de prestigio de la sociedad. Deseo de reconocimiento de nuestra identidad cultural diferenciada, del cual deriva la lucha por el derecho a ser quienes somos, sin que tengamos que negarnos a nosotros mismos para ser aceptados.

Para Jacques d’Adesky, estos son los ejes de lucha que estructuran el discurso y la praxis antirracista de los Movimientos Negros Brasileños en respuesta al racismo característico de nuestra sociedad que, según el autor, al fundarse en un tipo de pluralismo étnico que prescinde de un tratamiento igualitario de las distintas culturas, legitima las jerarquías y desigualdades materiales y simbólicas entre los grupos étnicos y raciales.

De la exégesis de las contradicciones planteadas por esa forma de racismo y el tipo de antirracismo que produce, d’Adesky extraerá el sustrato para plantear su concepción de multiculturalismo democrático. Para el autor, este es capaz de realizar, al mismo tiempo, el reconocimiento de la igualdad de la ciudadanía y del valor igualitario intrínseco de las diferentes culturas. Tal como afirma el jurista negro Jorge da Silva:

La ciudadanía plena se afirma por la conjugación del disfrute de los derechos civiles, los derechos políticos y los derechos sociales. La situación de los ciudadanos negros puede medirse por la garantía de los siguientes derechos: libertad de ir y venir (y no ser acosado por la policía por ser “sospechoso” debido al color de la piel); ser recordado para ocupar puestos de confianza e importancia; la posibilidad de tener acceso a un trabajo digno y a la vivienda; educarse en las mismas condiciones que los ciudadanos de la clase media; y acceso al sistema de salud, sea público o privado. [2]

Por lo tanto, de la manera en que la sociedad brasileña enfrente estas cuestiones depende la realización del proyecto de nación inclusiva que todos deseamos o la consolidación del proyecto de nación excluyente que se viene construyendo hace más de 500 años de exterminio de los pueblos indígenas y marginalización social de los negros en favor del deseado blanqueamiento racial, étnico y cultural del país.

 

Notas

1. Terreiro: correspondería a la noción de templo dentro de la Umbanda y el Candomblé. En el idioma yoruba la designación es “Ilê”, que significa “casa”. En este lugar de reunión de la comunidad religiosa viven los orixás y se realizan las ceremonias y cultos públicos y privados. Además de Ilê y terreiro, se utilizan aún otros términos para designarlo, como roça (campo, huerta), sítio (hacienda, lugar de pequeños cultivos) barracão (cobertizo, galpón), casa de axé, casa de candomblé, entre otros. Terreiro, roça y sítio se refieren a la tierra, al suelo, donde se “plantan” los secretos de los orixás, de la religión y en donde se les hacen ofrendas a ellos y ellas. A su vez, barracão se refiere al Ilê, la casa. En la traducción, se optó por adoptar solamente la denominación terreiro, pese a que se utiliza en el original en portugués algunas veces el término roça. [N. de la T.]

2. Jacques d’Adesky. Pluralismo étnico e multiculturalismo: racismos e anti-racismos no Brasil. Rio de Janeiro: Ed. Pallas, 2001.

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Publicado originalmente en Escritos de una vida. Trad. Laboratorio de Traducción de UNILA. Buenos Aires: Mandacaru, 2021, pp. 209-219 / www.mandacarueditorial.com.

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