La voz en off de la protagonista, sobre una ominosa queja de Theremin, indica desde el comienzo que el punto de vista de este film será femenino, decisión poco usual en el noir pero muy importante para el tono de este film. Al realizador le atraía elaborar las razones emotivas, casi siempre vinculadas con el pasado, por las que un personaje se ve atrapado por determinada historia presente. En este caso, O’Keefe se encuentra dividido entre Trevor, la mujer que lo ha dado todo por él, y Marsha Hunt, que simplemente es la mujer de su vida. Ninguna de las dos es una femme fatale y ambas están enamoradas, así que dejar a una supone cargar con el peso de la culpa y morir en vida, pero dejar a la otra supone perder el deseo y, por lo tanto, también morir en vida. Frente a un reloj, en una escena magistral, Trevor resuelve el dilema de O’Keefe y es entonces cuando se justifica de sobra la elección de su punto de vista.
Pasiones de fuego (Raw Deal, EUA-1948) de Anthony Mann, c/Dennis O'Keefe, Claire Trevor, Marsha Hunt, Raymond Burr, John Ireland. 78’.