Una mujer de familia adinerada siente el llamado del Altísimo y pide ingresar a un convento dominico, el cual suele recibir a mujeres que acaban de dejar la cárcel. El fervor religioso de la protagonista será excesivo para sus colegas confesionales, más todavía cuando su obsesión por una novicia recién salida de prisión desacomode el equilibrio entre lo íntimo y lo comunal. Puede que la poética de Bresson esté apenas contenida en el desarrollo de este drama teológico noir en el que las monjas insisten con el significado de cualquier signo aleatorio, las sombras de todas las ventanas delinean cruces, un travelling hacia atrás ascendente puede ser la partida del alma del cuerpo y las muñecas esposadas de un personaje acaso glosen la salvación. Pero cada plano parece existir por necesidad y cada detalle constituye la revelación de una caligrafía tocada por la gracia (cinematográfica), como puede apreciarse en el brillo que emana de un tazón, una botella de agua y un vaso al lado de la cama en la que yace una religiosa agonizando. Jany Holt y Réene Faure ejercitan un tono circunspecto de expresividad no muy lejano del esencialismo minimalista de los “modelos” posteriores de Bresson, otra anticipación de las tantas que se pueden rastrear aquí, incluyendo la magnífica escena en la que las religiosas reciben en papelitos “azarosos” una sentencia breve de santos de todos los tiempos que definen el camino vocacional. Esas sentencias parecen un avance temprano de los aforismos de Notas sobre el cinematógrafo. Texto de Roger Koza.
LOS ÁNGELES DEL PECADO (Les anges du péché, Francia-1943), de Robert Bresson, c/ Réene Faure, Jany Holt, Louis Seigner, 90’