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(…) “Las exigencias de hacer una película con un presupuesto comparativamente alto y con estrellas, basado en la novela de un escritor conocido (Alberto Moravia), limitaron la faceta collage experimental de Godard y lo obligaron a concentrarse en un relato lineal. El proceso le impuso la ‘libertad’ o la ‘obligación’ (según el punto de vista que se adopte) de dibujar personajes complejos, psicológicamente matizados, cuyas vidas emocionales dependen de causalidades y motivaciones manifiestas en mucho mayor medida de lo que le había tocado en suerte antes o le tocaría en suerte después. El propio Godard reconoció que Paul era el primer personaje plenamente desarrollado que había llevado al cine. Los godardianos ven El desprecio como una anomalía, como la película más ‘ortodoxa’ del maestro. Lo paradójico es que probablemente sea la mejor. Pierrot el loco tiene más extroversión épica, Sin aliento y Masculino-femenino más invención cinematográfica, pero en El desprecio Godard pudo tocar sus más profundas cuerdas humanas”. Fragmento de un texto de Phillip Lopate en Totalmente, tiernamente, trágicamente, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, 2016.

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