Programación agosto 2011

CICLO

Distopías

Durante todo el mes

Idea y programación: Manuel Pose

La palabra no figura en el diccionario de la Real Academia, pero su uso es cada vez más frecuente y ya no sólo en círculos académicos especializados. En las diversas películas que integran la programación de malba.cine en agosto se procura abordar el término desde distintos puntos de vista, en algunos casos tomándolo en su versión más ortodoxa, es decir, la que designa sociedades más o menos futuras, organizadas alrededor de diversas formas de control y represión. Pero el espectador podrá encontrar también un evidente rasgo distópico en la sociedad (pasada, queremos creer) que imaginó el nazismo, o en la burocracia omnímoda de El proceso, o en la alegoría pacifista de Civilización, o en la sátira de El sexo fuerte. Esa diversidad parece necesaria porque, si es cierto que el término nació como antónimo de utopía, entonces hay que admitir que la sociedad real, esa en la que vivimos todos los días, sería la primera y más angustiante distopía.

Textos de Fernando Martín Peña, salvo donde se indica.

Civilización (Civilization, EUA-1916) de Raymond West, c/Howard Hickman, Enid Markey, Herschel Mayall, Lola May. 100’ aprox.

En plena guerra mundial, el legendario productor Thomas Ince estrenó esta fábula pacifista ambientada en un reino imaginario, que describe un segundo regreso de Cristo a la Tierra para infundir amor y razón a los hombres. Con ese mensaje pertinente pero delirante, narrado con la solvencia típica de los productos de Ince, se logró el éxito que Griffith no pudo obtener para su gran Intolerancia, cuya intención era similar. Se exhibirá con música en vivo, compuesta e interpretada por la National Film Chamber Orchestra que coordina y dirige Fernando Kabusacki.

El triunfo de la voluntad (Triumph des Willens, Alemania-1935) de Leni Riefenstahl. Largometraje documental. 114’.

Para este film sobre el congreso de partido nazi que tuvo lugar en Nuremberg en 1934, la directora contó con la más absoluta colaboración de la organización del evento y así logró planificar la mayor parte de su registro con precisión coreográfica. También tuvo la invalorable ayuda del genio vanguardista Walter Ruttmann (creador de, entre muchas otros films, de Berlín, sinfonía de una gran ciudad), quien la asistió en el arduo proceso de compaginación. Posteriormente Riefenstahl procuró restar sentido político al resultado, comparando sus valores plásticos con las experiencias de importantes cineastas abstractos como Fischinger, Richter o el propio Ruttmann, pero ese argumento resulta simplemente absurdo. El triunfo de la voluntad tiene un valor incuestionable como documento, constituye un ejemplo definitivo del cine de propaganda y seguramente es, además, el film más aterrador de todos los tiempos.

El sexo fuerte (México-1946) de Emilio Gómez Muriel, c/Mapy Cortés, Ángel Garasa, Rafael Baledón, Alma Rosa Aguirre, Emperatriz Carvaja. 81’.

Dos náufragos llegan a un país extraño, en el que los roles de género están invertidos. Escrita por el surrealista Max Aub, en términos de sátira social, y llevada a cabo con eficiencia por Gómez Muriel y su elenco, esta comedia disparatada y mal conocida se atreve a llevar su planteo inicial hasta sus consecuencias más extremas. Llama la atención que no se hable más y mejor de ella en los textos sobre cine latinoamericano.

El planeta prohibido (Forbidden Planet, EUA-1956) de Fred MacLeod Wilcox, c/Walter Pidgeon, Anne Francis, Leslie Nielsen, Warren Stevens, Jack Kelly. 98’.

Obra maestra absoluta, que algunos críticos consideran una adaptación de La tempestad de Shakespeare, en clave de ciencia-ficción. Un grupo de astronautas que llega al planeta en cuestión perturba su precaria armonía y desata la furia de un monstruo metafísico. Hay dos sociedades imaginarias en el film, una compuesta sólo por un padre, su hija y un robot, y otra extinta pero presente y ominosa en sus impresionantes reliquias y maquinarias, que el film pone en escena con un virtuosismo jamás igualado en la historia del cine.

La jetée (Francia-1962) de Chris Marker, c/Jean Négroni, Hélene Chatelain, Davos Janich, Jacques Ledoux. 28’.

Esta genialidad en forma de corto o mediometraje (29 minutos) no sólo resplandece dentro del cine en general, sino también dentro de la obra de un original absoluto como Marker. Otro francotirador, Terry Gilliam, la rehizo en forma de largometraje, con mucha plata, Bruce Willis y el título 12 monos. Hecha con fotos fijas, a puro montaje, comunica una historia de tiempo y espacio conmovedora, a partir de la voz en off y un solo instante móvil. Exagerando, podría decirse que si el cine desapareciera, su semilla, aquí presente, podría volver a inventarlo. Texto de Elvio E. Gandolfo

El proceso (Le proces / Il processo / Der prozess, Francia / Italia / Alemania Federal-1962) de Orson Welles, c/Anthony Perkins, Romy Schneider, Jeanne Moreau, Orson Welles, Akim Tamiroff. 119’.

Antes de la Ley, hay un guardián...” El cuento que sirve de prólogo al film, narrado por el propio Welles e ilustrado por Alexandre Alexeieff y Claire Parker en la “pantalla de alfileres”, establece sin ambigüedades el tono del film, una pesadilla en la que en lugar de elementos fantásticos hay toda clase de horrores cotidianos: culpas imprecisas, actos fallidos, abogados, burocracia, sujetos de incierta influencia, la autoridad enloquecida pero diabólicamente eficaz en su exterminio de todo lo atípico. Con El proceso Welles no sólo logró uno de sus mejores films, sino que también demostró que una adaptación puede ser audaz y original sin perder la fidelidad esencial al espíritu de la obra en que se basa.

Pánico en el año cero (Panic in Year Zero, EUA-1962) de Ray Milland, c/R. Milland, Jean Hagen, Frankie Avalon, Mary Mitchel. 93’.

El tema del apocalipsis atómico, con sus protagonistas que huyen en busca de un lugar solitario en el que refugiarse y sobrevivir, es ideal para un film de bajo presupuesto. Milland lo hizo con inteligencia, describiendo hasta qué punto está dispuesto a llegar un padre de familia para proteger a los suyos. Muchos clichés de films similares (notoriamente El día después) fueron inventados y llevados a cabo, sin pretensiones trágicas, en esta eficaz historia de aventuras.

El señor de las moscas (Lord of the Flies, Gran Bretaña-1963) de Peter Brook, c/James Aubrey, Tom Chapin, Hugh Edwards, Roger Elwin, Tom Gaman. 92’.

En un prólogo magistral, resuelto con una serie de fotos-fijas, se describe sumariamente la catástrofe que deriva en la llegada de un grupo de niños a una isla desierta. Lo que importa es lo que sucede una vez allí, que es la progresiva transformación de los niños en una tribu de salvajes regidos por la ley del más fuerte. Brook no sólo logra trabajos memorables de su joven elenco (lo que era más o menos esperable) sino, sobre todo, un tono inquietante que oscila entre la fantasía aterradora y un incómodo realismo semidocumental.

El juego de la Guerra (The War Game, Gran Bretaña-1965) de Peter Watkins. 48’. Proyección digital.

La BBC encargó a Watkins hacer un “documental del futuro”: qué pasaría en una población inglesa si la golpeara la guerra nuclear. La descripción resultó a la vez tan documental y tan semejante a los excesos “sociales” del nazismo (a partir de caras y costumbres totalmente británicas), que la institución prohibió su exhibición en TV por “demasiado realista”. No hay sin embargo excesos sangrientos: el blanco y negro es opaco, y los habitantes normales del lugar acentúan su conducta de ovejas, porque ya han visto que si se rebelan, son sumariamente ejecutados. Curiosamente, el film ganó un Oscar de la Academia de Hollywood al mejor largometraje documental, cuando en realidad no es un documental ni es un largometraje.

La invasión a Inglaterra (It Happened Here, Gran Bretaña-1965) de Kevin Brownlow y Andrew Mollo, c/Pauline Murray, Sebastian Shaw, Bart Allison, Reginald Marsh. 97’. Proyección digital.

Una voz en off, típica de los noticieros de época, inicia el film explicando que los nazis invadieron Inglaterra en 1940, luego de la retirada británica en Dunquerque. Tras cuatro años de ocupación, la resistencia reaparece y se vuelven frecuentes los combates con las fuerzas alemanas. En ese contexto de violencia cotidiana, una enfermera de origen irlandés se debate entre la resistencia y el colaboracionismo. El film es un insólito ejercicio de historia contrafáctica, ya que lo único imaginario es la presencia alemana en suelo británico. Todo el resto está basado en hechos históricos acontecidos en países ocupados, donde el colaboracionismo fue la regla y no la excepción. Esa propuesta narrativa tuvo su correlato en la elección de un estilo crudo y documental, tan bien logrado que buena parte de sus imágenes suelen confundirse con tomas de archivo, aunque no hay una sola en todo el film.

Alphaville (Francia-1965), de Jean-Luc Godard, c/Eddie Constantine, Anna Karina, Akim Tamiroff, Howard Vernon, Christa Lang. 95’.

El detective-espía Lemmy Caution llega a Alphaville en busca de un hombre y encuentra una sociedad dominada por un extraño fascismo tecnológico. Ese punto de partida resulta en una de las películas más representativas de la filmografía de Godard, quien se dio el gusto aquí de dar vuelta como un guante las convenciones de la ciencia-ficción y del cine de gángsters. En la década del 50, Lemmy Caution era un popular personaje del pulp francés que había saltado con mucho éxito a la pantalla cinematográfica encarnado por el actor norteamericano Eddie Constantine. Esa vida previa del personaje, poco conocida fuera de Francia, agrega a los muchos méritos de Alphaville el de ser la resignificación de un producto comercial de consumo masivo. A la audacia pop de esa apropiación hay que agregar la descripción anticipatoria de un universo en el que las emociones suponen una forma de trasgresión, y el uso insólito de locaciones parisinas reales.

Fahrenheit 451 (Ídem., Gran Bretaña-1966) de François Truffaut, c/Oskar Werner, Julie Christie, Cyril Cusack, Antón Driffing, Jeremy Spenser. 112’.

A Truffaut le molestó no manejar adecuadamente el inglés y la perspectiva con que el actor Oskar Werner compuso su personaje; a Bradbury le molestaron las libertades que Truffaut se tomó en la adaptación y ciertas decisiones de puesta en escena que le parecieron confusas, como hacer que Julie Christie interpretara dos papeles ideológicamente opuestos. Hay críticos que lo encuentran declamatorio y muy inferior al libro, mientras otros celebran que Truffaut haya vuelto más compleja su trama y relativizado sus esquematismos con gran imaginación formal. En cualquier caso, es evidente que un film sobre el que no existe ningún acuerdo merece volver a verse. Sobre todo en una época en que la profecía de Bradbury se ha vuelto cierta, sin necesidad de que los libros se quemen.

La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, EUA -1968) de George A. Romero, c/Duane Jones, Judith O'Dea, Russell Streiner, Karl Hardman, Keith Wayne. 96’.

Rodada en blanco y negro y con un escaso presupuesto, la ópera prima de George A. Romero aparece hoy como un título seminal del cine contemporáneo. Rompiendo con todos las clisés del genero (vg. el presunto héroe muere antes de los diez minutos), el director desarrolla una orgía de terror y violencia en la que las expectativas del espectador se ven constantemente desmontadas por los bruscos cambios de tono de la narración. Film obsesivo y claustrofóbico, en el que los personajes apelan a todo tipo de recurso para sobrevivir, desemboca en un final marcadamente nihilista que también destruye cualquier atisbo de resolución edificante. Imitada hasta cansancio incluso por el propio director, es una de las obras maestras indiscutidas del género. Texto de Jorge García.

Invasión (Argentina-1969), de Hugo Santiago, c/Lautaro Murúa, Olga Zubarry, Juan Carlos Paz, Roberto Villanueva, Martín Adjemián, Hedy Crilla. 125’.

Como recuerda Hugo Santiago, “Primero propuse el tema; la trama fue elaborada por Borges y Bioy Casares. Luego, a partir de esa línea argumental, creí que iba a trabajar solo en el guión. Sin embargo, nuevamente encontré una colaboración impensada y maravillosa en Borges. Trabajé espléndidamente con él. Tenía una visión anticipada de los hechos; concebía en términos cinematográficos y eso facilitó la labor. Era, contrariamente a lo que se pueda creer, muy accesible a las objeciones y a las sugerencias. Tenía una captación rápida y se ponía muy pronto en condiciones de seguir trabajando sobre un esquema recién modificado. Fue una larga tarea de ocho meses, de sucesivos carteos (durante un tiempo Borges estuvo en Norteamérica y yo en Europa). Fue una colaboración constante, donde él hizo un gran esfuerzo para comprender el tipo de escritura de imagen, la deseada comunicación con el espectador. Fue un trabajo estructural, donde situaciones, personajes y diálogos nacían a veces de una visión ya corpórea de lugares, movimientos de cámara y encuadre”.

THX 1138 (EUA-1971) de George Lucas, c/Robert Duvall, Donald Pleasence, Maggie McOmie, Ian Wolfe. 88’.

Hoy es una marca relacionada con salas de cine bien equipadas, pero en un principio fue el título del primer largometraje de Lucas, una pesadilla futurista que amplió ideas temáticas y formales de un cortometraje universitario. En el ritmo del film y en sus imágenes –a veces rabiosamente experimentales– no hay nada que permita anticipar algo parecido a La guerra de las galaxias. En cambio, la visión aterradora de lo que vendrá se aproxima a la de Orwell en 1984 y las ingeniosas soluciones visuales para representar el mundo futuro con bajo presupuesto recuerdan a Alphaville de Godard.

Greaser's Palace (EUA-1972) de Robert Downey, c/Allan Arbus, Luana Anders, Albert Henderson, George Morgan. 91’.

El “Palacio de Greaser” es un gigantesco saloon, que se impone como el edificio más importante de un pueblito indeterminado. Greaser es su propietario, un señor que sufre una constipación crónica. Un día llega Jesse desde los cielos, realiza algunos milagros y dice que quiere triunfar como cantante y bailarín. Mientras Jesse atraviesa diferentes situaciones hasta alcanzar la crucifixión, una mujer es víctima de sanguinarios ataques que parecen no tener fin, una bella muchacha india se pasea en topless, el Espíritu Santo se queja de la poca importancia de su rol y el enano de La isla de la fantasía vive en pareja con un travesti barbudo. Downey suma un disparate tras otro, con una libertad que muy pocos cineastas se permitieron en toda la historia del cine norteamericano. El suyo es un film irreverente, sacrílego, políticamente incorrecto y lleno de sangre. Pero al mismo tiempo tiene un estilo riguroso que proporciona al resultado una curiosa sobriedad que potencia su imprevisible sentido del humor.

Solaris (Solyaris, URSS-1972) de Andrei Tarkovski, c/Natalya Bondarchuk, Donatas Banionis, Jüri Järvet, Vladislav Dvorzhetsky. 165’.

Algún adepto a la comparación fácil habló de “la respuesta soviética a 2001”. Otros, en cambio, dicen que es “una película que te cambia la vida”. Algo que suena exagerado hasta que llega la toma final. Basada en una gran novela del polaco Stanislas Lem, es una de las obras maestras del otro gran cineasta ruso de todos los tiempos (cronológicamente el primero es Eisenstein). De manera enloquecedora, el poder de su país le costeó a Tarkovski películas caras y arriesgadas y lo sometió después a presiones crueles, destructivas (como a Eisenstein). El planeta en forma de océano del título es demoledor sin saberlo: se limita a corporizar los deseos de quienes lo visitan, y los enloquece. El montaje, las actuaciones y la energía de las emociones son simplemente inexplicables en palabras: por una vez, para eso está el cine.

Texto de Elvio E. Gandolfo.

Soylent Green (EUA-1973) de Richard Fleischer, c/Charlton Heston, Edward G. Robinson, Joseph Cotten, Leigh Taylor-Young, Chuck Connors. 97’.

El policía Thorn comparte su vivienda con el anciano Sol Roth, producto de la superpoblación en los lugares más pobres. Los que no tienen vivienda duermen en los pasillos y escaleras de los edificios. Todos ellos están privados de comer carne o cualquier otra cosa que estimule los sentidos y se alimentan a base de unas galletas de nombre Soylent que son producidas por Simonson, un magnate que vive en la zona más adinerada (y alejada) de la ciudad. Pero cuando Simonson es asesinado en su casa sin oponer resistencia, Thorn será el encargado de develar que fue lo que sucedió. Y para eso tendrá también que descubrir LA verdad. Fue la última película de Edward G. Robinson. Se estrenó en Argentina con el título Cuando el destino nos alcance.

Texto de Jorge Bernárdez y Sebastián Rostsein.

Dark Star (EUA-1974) de John Carpenter, c/Dan O’Bannon, Dre Pahich, Brian Narelle. 83’.
Tres astronautas de extracción claramente hippie se pasean por el espacio haciendo estallar planetas inestables, que molestan. Sus principales herramientas son bombas inteligentes, capaces de sostener interesantes conversaciones sobre fenomenología. Esta comedia negra con música surf fue escrita por Carpenter y Dan O’Bannon con la evidente intención de burlarse de la solemnidad de 2001 de Kubrick. En parte funciona también como un anticipo de Alien, escrita después por O’Bannon. Nunca fue estrenada comercialmente en Buenos Aires.

Zardoz (Ídem, Gran Bretaña-1974) de John Boorman, c/Sean Connery, Charlotte Rampling, Sara Kestelman, Sally Anne Newton. 105’.

Un mundo de fantasía futura bien descripto cae en ropajes y escenas kitsch cuando debe mostrar a la clase privilegiada (y débil) que sostiene la vida salvaje de los Exterminadores. Uno de ellos (Connery) logra entrar en la cabeza de piedra voladora que circula por los cielos, entregando armas a sus soldados. La zona argumental primero atrae y después provoca la sonrisa, incluso la carcajada. La zona visual del film mantiene hoy en cambio toda su potencia, gracias a la intuición y energía de Boorman. El realizador la filmó poco después de tratar de hacer (infructuosamente) una versión de Tolkien, y se basó parcialmente en El mago de Oz.

Texto de Elvio E. Gandolfo.

Carrera mortal (Deathrace 2000, EUA-1975) de Paul Bartel, c/David Carradine, Simone Griffeth, Sylvester Stallone, Mary Woronov, Roberta Collins. 84’.

Frankenstein es un hábil corredor de autos fabricado por el sistema. Y en el futuro eso puede significar demasiado, ya que el nuevo deporte nacional es el de atropellar gente, acumular puntos y eliminar, de paso, el problema de la superpoblación. Y si esto no alcanza, el evento también se transmite por televisión, lo que genera fanáticos dispuestos a dar la vida por sus héroes del volante. De acuerdo a la edad y el género del atropellado varía la cantidad de puntos que se reciben. El film tiene algunos vínculos con Rollerball donde la violencia es el deporte, y a la vez la distracción de una sociedad cada vez más sumisa.

Texto de Jorge Bernárdez y Sebastián Rotstein.

¿Quién puede matar a un niño? (España, 1976) de Narciso Ibáñez Serrador, c/Lewis Fiander, Prunella Ransome, Antonio Janzo, María Luisa Arias, Miguel Narros. 90’.
La película de Chicho Ibáñez Serrador es puro clima e incertidumbre. A un pueblo paradisíaco y ambiguo llega una pareja de ingleses con el fin de pasarla bien, pero las primeros descubrimientos del lugar no son nada alentadores: solo los chicos y nada más que ellos habitan el territorio. ¿Dónde están sus parientes mayores, progenitores o tutores? El paisaje se funde con la historia y el misterio aparece en cada rincón del lugar. Como en El pueblo de los malditos (1963) de Wolf Rilla, y también en la remake de los ‘90 de John Carpenter, los púberes son los protagonistas y los personajes que desencadenan los conflictos. Chicho filma a los chicos a través de miradas y siniestros silencios (el mejor terror, obvio), sin demasiadas truculencias y con el objetivo de incomodar al espectador. Un año antes moría el Generalísimo Franco y su dinastía dictatorial de más de cuatro décadas al frente del gobierno español. Cualquier lectura política también es lícita y posible.

Texto de Gustavo J. Castagna.

Network (EUA-1976) de Sidney Lumet, c/William Holden, Faye Dunaway, Peter Finch, Robert Duvall. 121’.

Al saber que será despedido de su noticiero por los bajos ratings, el periodista Howard Beale anuncia que se pegará un tiro en cámara “dentro de 7 días”. Esto le devuelve el éxito y genera un nuevo programa: “El profeta loco del aire”, donde se pone a gritar verdades sobre el universo. Mientras es parte de un circo inofensivo, los números mandan y todos contentos. Pero cuando lo que dice empieza a hacer efecto en los que lo ven, la Cadena comienza a pensar en sacarse el problema de encima y, al mismo tiempo, elevar las mediciones. Paddy Chayefsky escribió esta película, donde aprovecha para profundizar aun más sobre la despersonalización del ser humano, uno de sus temas recurrentes. El film se estrenó en Argentina con el título Poder que mata.

Texto de Jorge Bernárdez y Sebastián Rotstein.

La última ola (The Last Wave, Australia-1977) Peter Weir, c/Richard Chamberlain, Olivia Hammett, David Gulpilil. 106’.

El gran critico Rodrigo Tarruella fue uno de los mayores admiradores de la obra de Peter Weir. Sobre esta película escribió lo siguiente: “La última ola comienza con una magistral secuencia de normalidad aparente en una escuela, seguida de naturaleza amenazante digna del Hitchcock de Los pájaros. Pero las escuelas en Weir toman otro significado, y natura también. La última ola es un thriller de investigación junguiana. Aquí el curioso que se arriesga es el abogado Richard Chamberlain, que pasa de ‘mi área son los impuestos’ a un caso con aborígenes. Tanto Chamberlain como el aborigen Gulpilil son dos borderline de sus respectivas culturas o tribus. Se relacionan en los bordes, en los límites, así como en los ciclos apocalípticos el limite de una era es el comienzo de otra”.

Deathsport (EUA-1978), de Allan Arkush y Henry Suso, c/David Carradine, Claudia Jennings, Richard Lynch, William Smithers, Will Walter. 82’.

Una producción de Roger Corman, un nuevo disparate embriagador de pretensiones artísticamente comerciales (y viceversa): en el futuro, siglos después de la guerra que acabó con la civilización esta que tenemos ahora y que dejó un paisaje sospechosamente similar al de La guerra de las galaxias (filmada un año antes), un dictador que maneja la Ciudad Helix captura a dos guerreros para que practiquen en su estadio el deporte mortal, que da título al film. Ver a David Carradine en una moto mortífera, diseñada por un científico insano y ensamblada por un chapista sin licencia, es todo lo que motivó a Corman a dar luz verde a una película abyecta por donde se la mire. Y es hoy un motivo importantísimo para verla.

Texto de Agustín Masaedo y Pablo Marín.

Escape de Nueva York (Escape from New York, EUA-1981), de John Carpenter, c/Kurt Russell, Lee Van Cleef, Ernest Borgnine, Donald Pleasence, Isaac Hayes, Harry Dean Stanton, Adrienne Barbeau. 99’.

Snake Plissken es uno de los mejores personajes creados por la febril mente de Carpenter. Ultraviolento, ponzoñoso y con mucha presencia escénica: un “badass” que se balancea constantemente entre el héroe y el antihéroe. La trama: en un futuro no muy lejano -el desbocado 1997-, Manhattan hace las veces de isla prisión para los delincuentes más peligrosos. Un día, el avión del Presidente es secuestrado por terroristas y cae en el medio de esta tierra de nadie. El único que lo podrá salvar es Snake, el hombre del parche y las armas voluminosas.

Texto de Marcelo Alderete y Pablo Conde.

Ella (She, Italia-1982), de Avi Nesher, c/ Sandahl Bergman, David Goss, Quin Kessler, Harrison Muller. 102´.

Cine clase B, exploitation, bizarro, tan malo que es bueno. Antes de acompañar a Schwarzenegger en Conan el bárbaro, Sandahl Bergman tuvo su primer protagónico en esta saludable irresponsabilidad de Nesher. Se la puede acusar de muchos crímenes contra el buen gusto -la mayoría voluntarios-, pero no se puede negar que es rabiosamente divertida. Enumeremos: futuro apocalíptico, grandotes de barba y tutú rosado, peleas en topless, robots de ojos saltones, momias con anteojos negros, guerreros samurai, viajes en el tiempo, los peligrosos Norks y todo el camp que uno pueda soportar. De postre, Rick Wakeman y Motorhead, a modo de banda sonora. Una película… distinta.

Texto de Marcelo Alderete y Pablo Conde.

1984 (Ídem., Reino Unido-1984) de Michael Radford, c/John Hurt, Richard Burton, Susana Hamilton, Cyril Cusack, Gregor Fisher, James Walker. 113’.

Como asegura el crítico Richard Scheib, la novela de Orwell (publicada en 1949) se trata de la obra más influyente de su tipo. No hubo denuncia más potente y salvaje de la anónima maquinaria del poder totalitario que la serie de imágenes que Orwell enfatiza en su libro. Términos como “Gran Hermano” han pasado a ser de uso cotidiano y palabras como “Orwelliano” se utilizan con frecuencia para referir una pesadilla totalitaria. La de Radford es una adaptación que sorprende por su vívida y potente articulación intelectual. El abrumador pesimismo de la historia y el brillo de las ideas del autor emergen en esta versión con una claridad que deja sin aliento. El diseño de Allen Cameron –enormes bunkers de concreto y decorados de un gris lavado y triste- es extraordinario. Toda la película fue diseñada en un estilo que recuerda a la inmediata posguerra, con arcaicos teléfonos con auricular de mano y televisores en blanco y negro.

Los guerreros del viento (Tenku no Shiro no Nausicaa, Japón-1984) de Hayao Miyazaki Largometraje. 84’. Doblada al castellano.

Se basa en un comic que Miyazaki publicó en la revista Animage a partir de febrero de 1982 y continuó ininterrumpidamente hasta 1989, con apariciones posteriores en los años 1990, 1991 y 1993. Los guerreros del viento implica el cumplimiento de una profecía a manos de una princesa destronada y hay un bosque encantado, convertido en una monstruosidad tóxica, cuna de seres innombrables y pasajes abismales. También hay el equivalente a un dragón en una masa putrefacta y en estado de descomposición, mascota de una reina diabólica. Otro punto recurrente es el protagonismo femenino casi absoluto: aquí las mujeres no sólo no le escapan a la violencia física sino que ésta forma parte de su lenguaje y comportamiento.

RoboCop (Ídem, EUA-1987), de Paul Verhoeven, c/Peter Weller, Nancy Allen, Kurtwood Smith, Miguel Ferrer, Ronny Cox. 102´.

A fines de los ‘80 uno podía leer cosas como ésta en el revés de una cajita videoclubera: “La acción se desarrolla en la ciudad de Detroit en un futuro cercano, donde la ley y el orden necesitan, sin duda, un defensor. Treinta policías han sido asesinados y hasta que no se encuentre respuesta, se seguirán cometiendo delitos. Un joven y cínico funcionario presenta un plan brillante que se pone en práctica cuando Murphy, un infortunado policía, es brutalmente asesinado. Utilizando lo que queda de él, crean a RoboCop, un organismo cibernético dedicado a luchar contra el crimen”. Una excelente oportunidad para revisitar un verdadero clásico en fílmico, aunque la copia ha conocido mejores épocas.

Texto de Marcelo Alderete y Pablo Conde.

La sonámbula (Argentina-1998) de Fernando Spiner, c/Eusebio Poncela, Sofía Viruboff, Noemí Frenkel, Lorenzo Quinteros. 107’.

Un director argentino con dos esfuerzos complejos en el campo de la ciencia ficción es algo fuera de lo común. En este caso se sumerge además en un guión con bemoles, con cierto “tono Oesterheld” en el desfile de personajes variados, y en el nostálgico desplazamiento temporal del final. Es fundamental la presencia de Eusebio Poncela, y los cameos recordables de gente como Urdapilleta, Briski y otros. Tiene debilidades, tropiezos y limitaciones de presupuesto, pero en conjunto queda adherida a la memoria.

Texto de Elvio Gandolfo.

Código 46 (Code 46, EUA-2003) de Michael Winterbottom, c/Tim Robbins, Samantha Morton, Om Puri, Togo Igawa, Mick Jones. 93’.

El prolífico, muy desparejo y osado Winterbottom se le anima a la ciencia ficción, con bajo presupuesto que no se nota y con una mezcla de situaciones de otras películas "sobre el futuro". Hay algunos apuntes interesantes sobre la división de clases y la división del mundo, que se hacen más potentes dado que la película está rodada en escenarios realmente existentes. No hay mucho de novedoso aquí, por momentos el relato parece funcionar a media máquina y la pareja protagónica conecta sólo de a ratos. Pero como película de género europea Código 46 –una película que reflexiona mejor de lo que narra– tiene la virtud de conocer sus limitaciones y de hacer de algunas de ellas virtud, e incluso generar algunas imágenes impactantes.

Texto de Javier Porta Fouz (www.elamante.com).

La antena (Argentina-2007) de Esteban Sapir, c/Rafael Ferro, Florencia Raggi, Alejandro Urdapilleta, Julieta Cardinali. 90’.

Como la historia transcurre en una ciudad que ha perdido la voz, es perfectamente lógico que Sapir tome ciertos recursos formales del cine mudo, desde Griffith hasta el expresionismo, y los despliegue en un torrente incontenible de ideas visuales originales. Sobre ellas circula una fábula sobre padres e hijos narrada con un sentido del humor estoico y bastante marciano, y con un sistema estético propio, en el que las palabras se integran gráficamente a la acción y, eventualmente, la protagonizan.

CONTINÚA

Metrópolis, de Fritz Lang + Música en vivo

Jueves a las 22:00

Entrada especial: $30. Estudiantes y jubilados: $15

En la larga lista de restauraciones importantes encaradas en los últimos treinta años, la de Metrópolis es un caso extraordinario. Pero eso no es sorprendente, porque se trata de una obra excepcional desde su misma concepción y es lógico que siga siéndolo en sus sucesivas reencarnaciones. Fue el film más caro de la historia del cine alemán y con el tiempo resultó también ser uno de los más influyentes, pero pocos pudieron verlo tal y como lo concibió su director Fritz Lang: pocos meses después de su estreno, la misma empresa que lo produjo decidió cortarlo y, con el tiempo, el material faltante se dio por perdido. Sólo sobrevivieron diferentes versiones, sustancialmente alteradas.

Pero resultó ser que un distribuidor argentino (Adolfo Z. Wilson) lo adquirió e importó antes de que se hicieran los cortes, y luego un coleccionista (Manuel Peña Rodríguez) conservó una copia local completa hasta su muerte, en 1971. Ese material fue primero reducido de 35 a 16mm. y luego conservado en el Fondo Nacional de las Artes y en el Museo del Cine “Pablo Ducrós Hicken” sucesivamente, hasta su descubrimiento en 2008. Mientras tanto, en Europa, Metrópolis había pasado a ser el film más “restaurado” de la historia. Una nómina probablemente incompleta debería mencionar los siguientes intentos:

 

1961

El Archivo Cinematográfico Nacional de Praga (entonces Checoslovaquia) realiza un primer intento por mejorar las copias conocidas, en colaboración con otros archivos soviéticos que poseían material alemán confiscado al terminar la guerra mundial.

1972

El Archivo Cinematográfico Nacional de Alemania Oriental, trabajando a partir de la versión checo-soviética, presenta un nuevo intento de reconstrucción con una asesoría indirecta del propio Fritz Lang, que por entonces vivía en Los Angeles.

1981

El historiador Enno Patalas comienza a trabajar en una restauración del film desde el Museo del Cine de Munich, a partir de los elementos reunidos en los intentos previos.

1984

El compositor Giorgio Moroder produce una versión del film con música propia, subtítulos en lugar de intertítulos y agregados de color, que sin embargo se elabora a partir del trabajo de restauración que paralelamente realiza Enno Patalas. A favor de Moroder debe decirse que Metrópolis fue entonces conocida por un público mucho más numeroso que el de museos, cineclubes y cinematecas.

1987

Patalas presenta su reconstrucción del film, que incorpora por primera vez los intertítulos originales (encontrados en Suecia), la estructura narrativa correcta y ciertas imágenes fijas de las escenas perdidas.

2001

La fundación F. W. Murnau produce una nueva restauración que supervisa el especialista Martin Koerber basándose en el trabajo previo de Patalas y acentuando la calidad de la imagen mediante la compilación de los mejores elementos aún existentes y de herramientas digitales.

2004

Patalas produce una “versión de estudio”, que determina con gran exactitud las tomas aún faltantes y su extensión, a partir de la detallada información aportada por la partitura completa de la música original, compuesta por Gottfried Huppertz para el estreno del film.

 

Tal euforia restauradora se explica porque Metrópolis es uno de los poquísimos films mudos que ingresaron a la iconografía universal y que aún son rentables, por lo que el dinero necesario ha resultado siempre una inversión segura. Eso quedó demostrado por la versión musical de Giorgio Moroder, que en su momento llegó a los cines con un éxito considerable, y luego por la restauración de 2001 dirigida por Koerber, que fue pionera en la aplicación de herramientas digitales sobre un film mudo. En su momento, Koerber transcribió a digital el material con la más alta calidad posible, hizo realizar una “limpieza” cuadro por cuadro que permitió eliminar toda impureza de la imagen y, finalmente, volcó el resultado a 35mm. Cuando se compara esa versión de Koerber con la restauración anterior realizada por Enno Patalas, que ya había recuperado buena parte de la compleja estructura narrativa del film, se advierte que la principal diferencia es precisamente esa “limpieza”, que en términos de textura resulta tan electrónica como la música de la versión de Moroder. Eso no es necesariamente malo, sino “otra cosa”, un probable indicio de lo que vendrá, lo que resulta muy adecuado a una alegoría futurista.

El hallazgo de la versión argentina en 2008, que resulta ser lo más próximo que existe a la intención original de Lang, generó rápidamente la demanda de una nueva restauración, pero al mismo tiempo planteó un problema nuevo: la imposibilidad práctica de unir de manera homogénea las primorosas imágenes de 2001 con lo que Koerber denominó “el material en peor estado que he visto en mi vida”. El nuevo metraje porteño no podía repararse digitalmente porque los daños que provocan sus defectos visibles no se hicieron sobre el material encontrado sino sobre un original en 35mm. del cual aquél se copió (hacia 1971) y que hoy ya no existe. Esos defectos son ahora parte de la imagen y ya no es posible eliminarlos, sino sólo aliviarlos hasta cierto punto. Además, el material porteño es en 16mm., por lo que hay una diferencia de proporción con respecto al fotograma de 35mm. La suma de estas dificultades hubiese hecho abandonar todo intento de reconstrucción si se hubiese tratado de cualquier otro film, pero como se trata de Metrópolis, la fundación Murnau decidió avanzar, y Koerber se lo tomó con filosofía: “Los daños del material nuevo son rastros de todo lo que al film le pasó a lo largo del tiempo. Desde ese punto de vista, es adecuado que el público lo vea”. Como escribió luego el crítico Roger Ebert, “los defectos son insignificantes comparados con el material redescubierto que representan”. La nueva restauración se estrenó en la edición 2010 del Festival de Berlín, y poco después inició una circulación internacional en salas comerciales.

Ahora, finalmente, Metrópolis ha vuelto a ser un film de Fritz Lang: posee la complejidad narrativa que caracteriza sus otras obras mudas, su sentido arquitectónico del montaje, su ritmo. Y vuelve a verse completa en Buenos Aires, ciudad que hizo posible esa resurrección.

 

Metrópolis se proyectará con música en vivo compuesta e interpretada por la National Film Chamber Orchestra, que coordina y dirige Fernando Kabusacki.

 

Ficha técnica

Metrópolis (Alemania, 1926)

Dirección: Fritz Lang. Argumento: Thea von Harbou.

Fotografía: Karl Freund, Günther Rittau, Walter Ruttmann.

Dirección artística: Otto Hunte, Erich Kettelhut, Carl Vollbrecht.

Productor: Erich Pommer para UFA. Duración: 145’. 35mm.

Restauración producida por F. W. Murnau Stiftung en sociedad con el Museo del cine “Pablo Ducrós Hicken” de Buenos Aires.

 

FILM DEL MES LXVIII

Un mundo misterioso

(Argentina, 2011), de Rodrigo Moreno

Viernes 20:00 y sábados a las 22:00

 

Ana le pide a Boris un tiempo.

-¿Qué es un tiempo? pregunta él.

-Un tiempo es un tiempo, contesta ella.

-¿De cuánto?

-No sé Boris, un tiempo es un tiempo.

La película transcurre durante ese tiempo dominado por la incertidumbre de no saber muy bien qué es lo que va a pasar. Un tiempo donde no hay ninguna regla. Un tiempo ideal para ejercitar plenamente la libertad. Un tiempo impreciso. El desencuentro con Ana le permite a Boris encontrarse con otras mujeres y con algunos amigos. De fondo está Buenos Aires en su lucha por recuperarse a sí misma. Una ciudad con estilo propio. Una película sobre una ciudad y sobre algunos habitantes de esa ciudad. Recuperar el estilo propio de Buenos Aires antes de que desaparezca. Una película en extinción. Boris avanza en sus treintas. Este es el último grito de una ciudad y este es también el último grito de juventud.

 

El verdadero cine en 3D

Cierta filosofía hermética propone que el azar no existe, que lo que sucede es que todavía no descubrimos las leyes secretas que rigen al mundo. Algunas religiones postulan una realidad absolutamente comprensible, que responde a cada una de nuestras preguntas. A mi me gustan más las sensibilidades que se mantienen en constante estado de pregunta. Es decir, una religiosidad que no agota la realidad, que reivindica la oscuridad de nuestro ser. Un mundo misterioso, el film, viene a mostrar -a través de la crisis de una pareja- el cliché en el que se suele convertir nuestra vida. A la manera de una antinarración experimental -que ya se volvió clásica- , el personaje principal -Boris, un genial Esteban Bigliardi- deambula por una cadena de sucesos y se cruza con personajes al tuntún en una Buenos Aires filmada sin rodeos, pero muy potente. Como toda película inquietante, o te aburre o te contamina. A mí me impactó. Salí del cine bajo el paraguas de su contagio. El bar donde tomé un café un rato después de verla, me saltó a la cara con la mostruosidad de todos sus objetos, que estaban ahí, desde hace tiempo, pero que antes se negaban a mostrarse. Parecía estar bajo los efectos de un alucinógeno. Las caras de los mozos estaban rígidas, la geometría anárquica de las botellas, banderines, y adornos se volvían agresivos bajo una capa de polvo, por encima del mostrador, al lado del televisor insomne. "Necesito un tiempo", le dice la mujer a Boris cuando lo expulsa de la pareja. Es una frase hecha y lo son también los juegos de palabras que usan los personajes en la escena de la fiesta, como juego, y cuando hacen contacto en el colectivo, un bar o la calle. La película se mueve en espiral. Boris baja de un colectivo pero la cámara no y seguimos el recorrido hasta que sube su ex pareja cerrando el círculo. La historia empieza en una cama y termina en una cama. La última escena es un disco girando, de manera robótica, levantando la púa. Hay un poema de Hugo von Hofmannsthal que me gusta mucho, que dice, en sus versos finales; "La fuerza del círculo vence a la muerte". Algo de eso hay en Un mundo misterioso. Alguna redención en medio de tanto lugar común de nuestra existencia, como la extraordinaria escena donde Boris y el mecánico interpretado por De Silva cocinan un guiso y lo comen en un garage de mala muerte mientras afuera se celebra el año nuevo que siempre, parece decirnos el director, festejan otros.

Fabián Casas

 

Ficha técnica

Guión y Dirección

Rodrigo Moreno

Producción

Rizoma, R. Moreno y Rohfilm (Alemania)

Producción ejecutiva

Hernán Musaluppi –Natacha Cervi

Fotografía y Cámara

Gustavo Biazzi

Arte y Vestuario

Gonzalo Delgado

Montaje

Martín Mainoli

Sonido

Catriel Vildosola

Asistente de Dirección

Nicolás Grosso

Músicas de

Carlos Gardel, Atahualpa Yupanqui. Juan Ravioli y Prietto viaja al cosmos con Mariano.

Elenco

Esteban Bigliardi, Cecilia Rainero, Rosario Blefari, Leandro Uria, Germán de Silva

 

ESTRENO

Ausente

(Argentina, 2011), de Marco Berger 

Viernes 22:00 y sábados a las 20:00

 

Martín se lastima un ojo durante una clase de natación. Sebastián, el profesor de gimnasia, lo lleva al hospital. Luego se ofrece a llevarlo a su casa pero allí no hay nadie, él se iba a dormir a lo de un compañero. Sebastián debe hacerse cargo del alumno, aunque desconoce sus verdaderas intenciones.

 

El director indaga con audacia un terreno delicado y poco frecuente en el cine. Se interesa en relatar con suspenso  el peligro que puede llegar a generar una relación entre un adulto y un adolescente, donde no es el primero el que se aprovecha del segundo sino este quien desea al primero. Una narrativa simple, concreta, que cuenta sobre como uno no siempre lidia con la aparición del deseo del modo en que debería, sino del modo en que puede. El ritmo del relato, el argumento y la música original de Pedro Irusta hacen de esta historia un thriller intenso.

 

Ficha técnica

 

Guión y dirección

Marco Berger

Productor

Mariano Contreras

Dirección de Fotografía

Tomás Perez Silva

Música

Pedro Irusta

Sonido

Carolina Canevaro

Dirección de Arte

Paula Lombardi

Productor Ejecutivo

Pablo Ingercher

Actores

Carlos Echavarría, Javier De Pietro, Antonella Costa, Rocio Pavón, Alejandro Barbero

 

Argentina, 2011 - 90min.

ESTRENO

Hachazos

(Argentina, 2011), de Andrés Di Tella

Domingos a las 18:00

 

Un hombre lleva toda su obra, que es toda su vida, dentro de una vieja valijita de cuero comprada en la India, en un tren que va de Moreno a General Rodríguez, por el conurbano bonaerense. Son los originales únicos de sus películas, todas en Super 8, un formato obsoleto, en vías de extinción, que no permite copias. Esa valija es como el manuscrito de su autobiografía. Se trata de Claudio Caldini, cuidador de una quinta de los suburbios, cineasta secreto.

 

Ficha técnica

Guión y dirección

Andrés Di Tella

Producción

Marcelo Céspedes

Producción Ejecutiva

Paola Pernicone

Imagen

Guillermo Ueno

Montaje

Felipe Guerrero

Sonido directo

Pablo Demarco

Diseño de Sonido

Lena Esquenazi

Asistente de dirección y colaboración en el guión

Darío Schvarzstein

Producción

MC Producciones

Distribución

Cine Ojo

Producido con apoyo del INCAA

Argentina, 2011 – 80 min.

 

ESTRENO

Tierra Adentro

(Argentina, 2011), de Ulises de la Orden

Jueves a las 20:00 y sábados a las 18:00

 

Estructurada de forma coral, Tierra Adentro cuenta la historia de la lucha por extender la frontera sur de los estados argentino y chileno, y sus repercusiones y continuidades hasta el presente, a través de la mirada de cuatro protagonistas. Un adolescente mapuche de Bariloche, el descendiente de uno de los generales de Roca, un historiador demostrando su hipótesis y un periodista recorriendo a lo largo el territorio ancestral mapuche, el Wallmapu.

 

Ficha técnica

Productor

KatoLajos

Director

Ulises de la Orden

Guionista

Juan Pablo Young y Ulises de la Orden

Director de Fotografía

Alejandro Reynoso

Sonido Directo

Rufino Basavilbaso

Montaje y Estructura

German Cantore

Montaje en locación

Ernesto Felder

Jefa de Producción

Mariana Abalo

Asistente de Dirección

AylenSpera

Asistente de Cámara

AnalíaRané

Archivo

Cecilia Félix

Protagonistas

Anahí Mariluán

Marcos O´Farrell

Alfredo Seguel

Mariano Nagy

Pablo HumañaYankakeo

 

Argentina, 2011.

 

CONTINÚA- FILM DEL MES LXVII

Glue

(Argentina, 2006), de Alexis Dos Santos

Domingos a las 20:00

 

¿Vieron que cuando uno está con amigos se comporta distinto que cuando está con la familia? Ése es un diálogo crucial de Glue. Entre los amigos -un espacio de libertad y comodidad, pero también de riesgo- y la familia -zona de mucho mayor conflicto pero de cierta contención-, transcurre el verano de Lucas (Nahuel Perez Biscayart) en Zapala, Neuquén. Vista de manera fragmentaria, la ópera prima de Alexis Dos Santos ofrece momentos refulgentes, de llamativo realismo  y abrumadora cercanía, como la pelea entre mujeres, los ensayos de la  banda de rock o cualquier deambular en bicicleta. Pero Glue se ve  mejor como una tonalidad, como una poética, cruda, tierna y feroz crónica adolescente, hecha con un amor y un ojo para el detalle inusuales. Tal vez en esa combinación productiva entre los detalles y el todo esté el secreto de las grandes películas sobre la  adolescencia. Y Glue dice que, tal vez, en la oscilación constante entre la nada y la plenitud esté la clave de esos años en los que un joven es aún demasiado joven para ser joven.

 

Ficha técnica

 

Guión y dirección

Alexis Dos Santos

Productor asociado

Quique Pavón Pereyra

Productores

Alexis Dos Santos - Sol Gatti-Pascual

Dirección de fotografía

Natasha Braier

Montaje

Alexis Dos Santos  - Ida Bregninge – Leonardo Brzezicki

Sonido  

Fernando Soldevila

Dirección de arte  

Nela Fasce

Vestuario  

Ana Press

Casting   

Florencia Braier - Camila Toker

Actores

Nahuel Pérez Biscayart

Nahuel Viale

Inés Efrón

Verónica Llinás

Héctor Díaz

Florencia Braier

 

Argentina, 2006 - 110 min.

 

MALBA Cine | agosto 2011

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