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En un gesto desesperado por convertirse en alguien normal, Ricky (Antonio Banderas) secuestra a Marina (Victoria Abril) y le asegura que, conociéndolo a fondo, se enamorará de él. En el reparto de los quehaceres, en el cálido “soy yo” de Ricky cuando llega al piso, como si no hubiese raptado a quien está del otro lado de la puerta –en definitiva, en la imitación de esa normalidad–, se instalan la ingenuidad y la inocencia de lo camp. En ¡Átame!, la disolución de la moralidad se vuelve táctil: cajas de bombones en forma de corazón, teléfonos de línea y vibradores a prueba de agua, ¿quién sino Almodóvar se entrega con tanta devoción a las superficies sensuales de los objetos? Texto de Milena Rivas.

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