El territorio donde transcurre la acción principal este film es la mente de una mujer, interpretada con pertinente fragilidad por Gene Tierney.
Este film representa bien una cierta tendencia del noir integrada por historias en las que la realidad del protagonista queda suspendida y es temporalmente reemplazada por otra, completamente distinta.
La trama parece una variación libre de EL CARTERO LLAMA DOS VECES: aquí también hay un vagabundo que llega a un pueblo buscando su destino, una belleza avasallante, un accidente planificado y mucho alcohol.
No es un antihéroe sino una antiheroína la que lleva la acción de este noir sin concesiones.
Veinte años después del estreno de M de Fritz Lang, su productor Seymour Nebenzal, emigrado a Estados Unidos a causa del nazismo, decidió hacer una remake y se la encomendó a Joseph Losey.
El drama de este film terrible no lo provoca tanto la “mala mujer” (Joan Bennett) del título argentino sino un mal hombre (Dan Duryea) que se sirve de ella para su propio beneficio.
Aún con un tema totalmente norteamericano y contemporáneo, es decir, muy lejos de su elemento, Ophüls levanta este film de la medianía por virtud de su inconfundible estilo.
Escrito por los mismos autores de EL LADRÓN, el relato se desarrolla en forma de flashback para dar cuenta de esa insólita premisa y mantiene el pulso frenético que requiere la urgencia del protagonista.
Bernarda es la patria
Bernarda es la patria es un pastiche, un palimpsesto de ideas, imágenes, recuerdos, anécdotas y sonidos de aquellos revoltosos e irreverentes años 80 en Buenos Aires.
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