Tras perder la voz luego de dar a luz, una diva de la ópera desaparece de la escena y, con los años, se hunde en la miseria y el resentimiento.
El “supermacho” del título es un invento de la distribución local. Lo que sucede en la película —un hombre insaciable por una condición médica que lo hace cargar con tres testículos y un montón de problemas— no.
¿Por qué la segunda parte? Bueno, porque como pasa con la mayoría del cine de Chuck Norris, no es vital haber visto la primera para disfrutarla como niños yendo a un videoclub en la década del ochenta.
¿Un neo noir? ¿Un proto Tarantino? Una cosa es cierta: es una película de John Frankenheimer y como tal, debe ser vista.
Una extraña colección de cortos de humor negro que tuvieron su estreno comercial en nuestro país en los turbulentos (y por cierto, muy libres) años ochenta.
Muchas veces se habla de Cimino como “el que terminó con el New Hollywood”, como si eso lo hubiera podido hacer una sola película.
Una de las películas de transición entre Hong Kong y Estados Unidos de Jackie Chan y una de las más explosivas e inolvidables. La clásica historia de “sapo de otro pozo” de Chan, esta vez casi de turista en Estados Unidos.
Una película relativamente oportunista a la luz del fuego que Arthur Penn había encendido unos años antes con Bonnie y Clyde, y que aún ardía.
Una de las pocas películas del querido Luigi Cozzi con estreno comercial en nuestro país. Y una película —quizás como toda la filmografía del italiano— algo oportunista.
Iván Bilbao, de 33 años, atraviesa el inmenso pabellón hasta llegar a la última reja del penal. En el regreso a su pueblo, Iván deambula desorientado entre su hogar y la posibilidad de recuperar lo que alguna vez fue.
Los muelles de Nueva York
Los muelles de Nueva York, un mundo de trabajo rudo y energía maquínica, de sacrificio y caras manchadas de carbón, son la geografía elegida por Sternberg para situar esta historia de amor proletario.
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