“Te voy a mantener en esa celda hasta que te salgan callos en sitios que no se pueden mostrar”, le dice el alcaide de Sing Sing al matón que interpreta Spencer Tracy en este drama carcelario brutal, que se anticipó en dos décadas a los clásicos del género.
El arrabal en cuestión es el Bowery neoyorquino en la década de 1890, el sitio ideal para beber, cantar, jugar y buscar mujeres fáciles, que Walsh evoca con su característico cóctel de salvajismo e inocencia.
Un adolescente se pierde a causa de las malas compañías y termina en las garras del vicio y el crimen. La obvia moraleja de la trama se refuerza mostrando todo lo posible, en la convicción de que el castigo final volverá poco atractivo todo ese libertinaje.
Un hombre y una mujer, que han perdido a sus respectivos amantes, se encuentran y descubren que el amor en realidad es otra cosa. Lo que al principio parece un simple melodrama poco a poco se revela un film sincero y complejo.
Los mosqueteros del título son dos jóvenes aviadores, veteranos de la guerra pero ahora desempleados, que consiguen trabajo en el cine.
Con su proverbial dinamismo, James Cagney interpreta a un publicista con muchas ideas y pocos escrúpulos, que se lanza a la conquista de Nueva York tras sucesivos fracasos en California.
Este es uno de films más asombrosos del período previo a la aplicación del Código de Producción porque su tema central es el sexo prematrimonial entre jóvenes condicionados por un contexto represivo.
Esta fue la primera película sonora de Clara Bow, máxima estrella de la Paramount en esa época y quizá la primera actriz que llegó a ser un sex-symbol por su encanto natural y por su temperamento libre y desenfadado, sin necesidad de exotismos.
Una atractiva muchacha se refugia en un bar clandestino, perseguida por un hombre que es parte de su pasado. Ese pasado incluye una estadía como copera en un tugurio sórdido de América del Sur y varios meses semi-secuestrada en una cabaña en la jungla.
Es considerada la primera versión del superclásico Nace una estrella y fue escrita por Adela Rogers St. John, una de las más informadas periodistas de Hollywood.
La “rubia desconocida” del título original refiere a una joven dama contratada por abogados inescrupulosos para promover juicios de divorcio lucrativos. Como la Legión de la Decencia no quería ni oír hablar del divorcio la película fue incluida en una lista de films que todo católico debía evitar.
Dr. Jekyll & Mr. Hyde
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