Sería fácil decir que Vergerus, el científico loco de El huevo de la serpiente, es el villano. Sin embargo, el científico y sus experimentos son hijos de los tiempos de entreguerras en Alemania y, más específicamente, en el Berlín de los años veinte.
A partir de imágenes, grabaciones y filmaciones anteriores y contemporáneas al nazismo el director ruso logra reconstruir el nacimiento y desarrollo de la figura de Adolf Hitler, el villano por antonomasia de la Historia escrita con mayúsculas.
El voluminoso cuerpo, el espesor de la presencia, la mueca de desagrado y violencia adherida a los ojos y los labios, apretados, junto a ese andar pesado, resumen al gordo y violento jefe de policía Hank Quinlan.
Harry Powell es seductor. Y fachero. Y muy malo. Aunque también es torpe y bruto, y esconde su burda codicia (plata, solo quiere plata) detrás de sermones grandilocuentes que, quizás, hasta él mismo cree.
Henri Verdoux ha perdido la fe en la humanidad y con ella las limitaciones morales que esa humanidad impone. La depresión económica le ha quitado el trabajo de toda su vida y lo obliga a elaborar un plan para mantener a su familia y conservar su “clase”.
Narciso Ibáñez Serrador construye una historia en la que los niños son realmente terribles y juegan a la muerte sin nunca perder su inocencia. Las víctimas son una pareja de recién casados que llegan a una pequeña isla española sin adultos, con cientos de infantes que parecen multiplicarse cual plaga.
El sueño de la familia americana se derrumba. Un niño, nacido deforme por las pastillas anticonceptivas consumidas por su madre, se transforma en un asesino buscado por toda la policía local.
El samurái Ryunosuke Tsukue, maestro de la espada katana, es único en su especie. No expresa sentimiento alguno, parece no tener sangre en las venas, no quiere absolutamente a nadie, solo manifiesta una mirada vacía y una forma peculiar para luchar: no se aferra ni respeta ningún estilo.
Alegoría de la guerra de Vietnam, el film propone, entre líneas, una visión profundamente crítica de la política norteamericana, concentrada en la ocupación brutal, autoritaria e ineficiente de un ejército dispuesto al exterminio de la población civil “diferente”.
Además de inventar uno de los más populares antihéroes de la década y de inspirar una larguísima lista de secuelas, imitaciones y variaciones, Wes Craven llevó el género hacia la compleja zona de cruce entre el cine y lo onírico, que en general ha sido reclamada prioritariamente por las vanguardias.
Noche de brujas
Desde esta obra maestra, John Carpenter dio trascendencia a este icónico villano que portará por los siglos de los siglos un raído mameluco, una máscara blanca y un origen enigmático.
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