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En la única escena alegórica de ALANIS, la protagonista aparece con su hijo cómodamente instalada en un dormitorio burgués que en realidad le es muy ajeno. El resto del film describe -con todo naturalismo y un extremo rigor formal- su vida en la prostitución con ese niño al que debe alimentar. La protagonista no es víctima de trata pero tampoco podría decirse alegremente que “elige” prostituirse porque el abanico de posibilidades que le ofrece el sistema es bastante estrecho: no hay mucho para elegir. En ese sentido, y al igual que las muy excepcionales películas que han tratado honestamente el tema, ALANIS es también (o quizás, sobre todo) una reflexión sobre el capitalismo. Berneri y su actriz principal desarrollan todas las ramificaciones de la cuestión (personales, familiares, jurídicas) y sugieren un posible alivio en la comunión con quienes se encuentran en la misma situación, a la vez que plantean la impertinencia de quienes juzgan sin saber.

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