La Iglesia Católica se enfrenta a la dictadura militar y socorre a las víctimas y sus familiares. Los ampara con equipos de abogados ante los tribunales y busca los cuerpos de los “desaparecidos”. La película recoge las opiniones atrevidas de numerosos obispos y teólogos que afirman que “nuestros gobernantes no son cristianos” a causa de los crímenes que cometen. El filme muestra el impresionante movimiento de protestas contra la dictadura que se generó en Chile en 1985, principalmente en los barrios populares, universidades, sindicatos y el centro de Santiago. En la década de los años 80 hubo en total 22 grandes jornadas de protesta que paralizaron el país y fueron reprimidos con un implacable despliegue policial y militar que produjo miles de víctimas.
El filme muestra las acciones de la brigada “Sebastián Acevedo” (nombre tomado de un ciudadano que se quemó a lo bonzo para protestar contra la dictadura). Este grupo se reunía para cantar una canción militante frente a los cuarteles de la policía secreta o el ministerio de la defensa y esperaba la llegada de la policía sin moverse, sin dejar de cantar, sin huir, soportando los golpes y la detención de sus miembros. El país vivió 17 años de estado de sitio y esta película produce la impresión que Chile vivía al borde de una rebelión popular.
Coproducción, guión, dirección: Patricio Guzmán.
Dirección de fotografía: Jaime Reyes.
Cámara: Germán Malig.
Sonido: Pablo Basulto y Mario Díaz.
Montaje: Luciano Berriatúa.
Música: José Antonio Quintano.
Secretaria: Alicia Crespo.
Mezcla: Eduardo Fernández.
Productor delegado: Arturo Feli.
Productora: Santiago Cinematográfica.
Chile-España, 1986. 95'.