Dado que la agenda política de Yoko Ono siempre ha pasado por el pacifismo y la defensa de una sociedad antibelicista, no es sorprendente que, como buena representante de la generación de los años 60, sea también una mujer interesada de manera fundamental en el trabajo de las artistas mujeres y en las relaciones de poder de las mujeres en el trabajo, en sus hogares, o con relación a sus propios cuerpos. En definitiva, Yoko Ono es, antes que nada, una mujer feminista que ha luchado y sigue luchando por el papel y el espacio que les corresponde a las mujeres, espacio que siempre ha defendido. Algunas de sus instrucciones ponen en evidencia esta preocupación. No es de extrañar que, ya en 1964, realizara por primera vez en Kioto su famosa performance e instrucción Pieza corte, 1964, donde la propia Ono, sola en el escenario, invita a los espectadores a cortarle la ropa. De uno a uno, durante el tiempo que quieran, pueden quitarle lo que quieran hasta dejarla en ropa interior, casi desnuda. Esta fuerte performance hace referencia a una especie de violación de la voluntad, a hacer con una mujer, en silencio, lo que se le antoje al público, que puede convertirla en objeto o en el juguete de un sádico.
De esta pieza surgirán otras, como el film Violación, 1969, dirigida en colaboración con John Lennon. En la instrucción homónima, firmada un año antes por Ono, se pide a un camarógrafo que elija a una mujer cualquiera que pase por la calle y la persiga con la cámara, acosándola hasta hacerla caer, o casi. El seguimiento es tan asfixiante que se convierte en un modo de violación, una forma de hostigamiento a la que se ven sometidas muchas veces las mujeres, las personas en general, cuando se imponen sobre ellas ciertas miradas o palabras. A medida que la película y la persecución avanzan, la imagen se va ralentizando como en un sueño.
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Fragmento del ensayo "Instrucciones como un sueño", extraído del catálogo que acompaña la muestra Yoko Ono. Dream Come True, del 24 de junio al 31 de octubre en MALBA.