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Grabado de José Guadalupe Posada, ca. 1912.
La modernidad mexicana surgió como un mecanismo de interrelación y sinergia entre diversas manifestaciones culturales. Durante la primera mitad del siglo pasado coexistieron propuestas que emergían tanto de las artes plásticas como de la literatura, la música o el cine, y pensarlas en relación es fundamental para la comprensión del período. La exposición México moderno. Vanguardia y revolución pretende mostrar cómo la búsqueda de una “auténtica mexicanidad” y los intereses vanguardistas y revolucionarios cambiaron el rumbo del arte latinoamericano en el siglo XX, y cómo las raíces populares –que persisten desde tiempos precolombinos como parte indisoluble de la vida cultural de los mexicanos– fueron la fuerza que le dio su sello identitario.
Desde el primer momento quisimos exhibir en Malba el conjunto de obras más abarcador posible de los artistas clave del período, para representarlo en su justa dimensión y no solo como un escaparate de nombres y personalidades consagradas. El objetivo ha sido mostrar, en una imagen integral, las diferentes formas en que se construyó la identidad artístico-cultural mexicana en el momento en que México se constituía como Estado nacional; expresar el espíritu de la época e intentar probar cómo el muralismo –una especie de marca registrada internacional del período– es solo una parte –importante, por cierto– de una gran ebullición cultural.
Las manifestaciones en torno a la búsqueda identitaria y la valoración de lo propio no se ciñeron exclusivamente a las artes plásticas ni al ámbito mexicano. Las piezas incluidas en la exposición –pinturas, esculturas, dibujos, grabados, objetos populares, revistas, fotografías y documentación– resaltan este aspecto, mostrando las relaciones entre los principales exponentes de la cultura mexicana y la intelectualidad de avanzada del resto de Latinoamérica.
Si bien la exposición tiene como subtítulo “Vanguardia y revolución”, cabe aclarar que la mayor parte de las obras exhibidas son de la etapa posrevolucionaria (desde los años 20 hasta mediados de los 40). La Revolución está presente, sin embargo, de modo implícito, en sus ecos y consecuencias, que culturalmente se manifestaron en todo el programa que comenzó con José Vasconcelos en 1921.
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Las obras de estos artistas mexicanos, que incluyen las de los grandes maestros del muralismo, pero también de los estridentistas, los Contemporáneos, las mujeres liberadas, protofeministas; los seguidores de Best Maugard y los diferentes surrealistas e independientes, son prueba de que la vanguardia local no fue una mera imitación de lo sucedido en Europa, sino que, justamente, se generaron verdaderas y complejas transformaciones. Inclusive al hablar de los muralistas, se tiende a hacerlo como si se tratase de un bloque homogéneo, cuando, en realidad, fueron muy diferentes entre sí y contribuyeron a la multiplicidad de propuestas estéticas y políticas.
La exposición es amplia, porque intenta mostrar cómo las influencias internacionales, lejos de opacar la cultura nativa, fueron vigorizadas por ella y absorbidas y deglutidas (concepto antropofágico) en un arte nuevo y potente. La cultura moderna de México fue un híbrido donde se conjugaron herencias culturales precortesianas con herencias virreinales españolas y con el sincretismo cultural posterior a 1519 más los aportes de las vanguardias internacionales.
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Victoria Giraudo es co-curadora de la muestra México moderno. Vanguardia y revolución.
Fragmentos extraídos del ensayo "México moderno. Desde una perspectiva latinoamericana", publicado en el catálogo que acompaña a la exposición.
03.11.2017— 19.02.2018
México Moderno
Vanguardia y revolución
Un conjunto de más de 170 piezas emblemáticas de los más grandes maestros del período: Frida Kahlo, Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Leonora Carrington, entre otros.
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