Prisioneros de la tierra, una reflexión
Por Soledad Pardo, Alejandro Kelly y Ana Laura Lusnich

1939 fue un año de consolidación del cine argentino que venía creciendo en el desarrollo de géneros narrativos y modelos de representación con películas como Así es la vida y Puerta cerrada. En ese marco, el estreno de Prisioneros de la tierra el 17 de agosto presentó un film que se transformaría en una de las mejores obras de la historia del cine nacional y una de las cumbres de todos aquellos involucrados en su realización.

Producida por Pampa Film, su argumento se situó en la provincia argentina de Misiones, donde un grupo de peones mensúes se dirige hacia un yerbatal. Allí trabajarán en condiciones extremas e inhumanas, bajo la dirección de un inescrupuloso capataz, el señor Köhner (Francisco Petrone). Uno de los mensúes, Esteban Podeley (Ángel Magaña), se dispone a huir junto a Chinita (Elisa Galvé), su enamorada, hija del médico del pueblo. Cuando el capataz lo descubre comienza a hostigarlo más que nunca, la violencia comienza a recrudecer y el ambiente se va volviendo cada vez más hostil, conduciendo a la pareja a un destino trágico. El guion de la película se basó en los cuentos "Una bofetada", "El peón", "Desterrados" y "Los destiladores de naranjas", del escritor uruguayo Horacio Quiroga. La adaptación de los mismos estuvo a cargo de Darío Quiroga (hijo del escritor) y Ulyses Petit de Murat, quienes fueron los encargados de trasladar el drama social de Quiroga al formato fílmico.

Al retomar estos cuentos, Prisioneros de la tierra se inscribió directamente en lo que se ha denominado el drama social-folclórico. Este género se caracterizó por estructurar sus personajes y su entorno resaltando las dicotomías civilización/barbarie y campo/ciudad. Dentro de las posibles variantes de este género, la obra de Soffici apostó a una visión naturalista y trágica, donde el entorno del litoral argentino es presentado como un terreno de fatalismo inescapable. El trabajo del director de fotografía, Pablo Tabernero, fue fundamental para la composición visual del film y la construcción de ese ambiente. Tabernero desarrolló un juego de sombras y planos extraños que transmiten constantemente el agobio y la opresión de los yerbatales misioneros. Asimismo, el film presenta una de las más destacadas actuaciones de Francisco Petrone en el rol de Köhner, el capataz del yerbatal. En el otro papel protagónico, Ángel Magaña pasó con esta película a integrar el primer nivel del sistema de estrellas local, y su contraparte femenina, Elisa Galvé, comenzó aquí su camino a la consagración. Sin embargo, ni Magaña ni Galvé fueron las primeras opciones para sus respectivos papeles. El joven ingresó al film luego de que José Gola, protagonista de películas como Puente Alsina y Fuera de la ley y uno de los primeros impulsores de esta producción, cayera enfermo de peritonitis –muriendo pocas semanas después– a poco de comenzar el rodaje. Galvé, por su parte, fue recomendada por Chas de Cruz, quien llevaba adelante un concurso para descubrir nuevas figuras, y se incorporó como reemplazo de Delia Garcés, actriz que desistió de trasladarse a filmar a Misiones.

Desde su estreno Prisioneros de la tierra fue celebrada como un hito dentro de la historia del cine argentino, y con los años pasó a ser una referencia ineludible dentro de la tradición social y política del cine nacional y latinoamericano. Asimismo, si bien no fue la primera película nacional ambientada en el litoral, estableció un imaginario sensorial y simbólico que sirvió de base para diálogos y contrastes con producciones posteriores que retomaron esos escenarios. Las aguas bajan turbias (1952), por ejemplo, volvió a situarse en el ámbito de los yerbatales y los conflictos entre obreros y patrones, aunque aquí el destino trágico fue reemplazado por la posibilidad de un futuro mejor para los trabajadores. Por otro lado, Armando Bo e Isabel Sarli retomaron muchas veces este ambiente en films como La tentación desnuda (1966), donde el litoral se transformaba en el escenario de una creciente violencia sexual hacia la protagonista.

El film fue elegido en numerosas ocasiones como uno de los mejores de la historia del cine nacional. En nuestro país sólo existían copias de 16mm hasta que, con el financiamiento otorgado por The Film Foundation de Martin Scorsese, equipo del Museo del Cine logró restaurar en formato digital desde una copia de 35mm hallada en la Cinemateca Francesa y otra que conservaba el Archivo Fílmico Nacional de la República Checa.