Recomiendo mucho, muchísimo, el film Las lindas de Melisa Liebenthal, que estamos pasando en MALBA Cine los viernes a las 20:00. En una serie de episodios breves, conectados un poco por la cronología pero sobre todo por una lógica emocional, la realizadora reflexiona sobre su infancia y adolescencia tomando como eje las expectativas de su entorno sobre ella y su grupo inmediato de amigas, en términos de conducta y apariencia. Parece bastante abstracto pero Liebenthal encuentra siempre, en fotos, videos y relatos propios y ajenos, los núcleos del asunto. Su perspectiva es personalísima pero tan extraordinariamente perceptiva y honesta que recupera en el relato las contradictorias angustias adolescentes ante un mundo que se abre, ante la mirada de los otros.
En la proyección de anoche, una espectadora hizo una interpretación del film desde una posición feminista –digamos– agradeciendo su franqueza para exponer ese entramado de expectativas impuesto a las mujeres por una sociedad machista. Es una lectura posible, desde luego, pero creo que lo más interesante de la mirada de Liebenthal, lo más difícil de encontrar en otros films, es que trasciende lo femenino aunque sus protagonistas sean mujeres. Mientras la volvía a ver anoche me di cuenta de que yo mismo me identificaba con las ansiedades y angustias del crecimiento sobre las que Liebenthal reflexiona y que luego quedan ahí, al acecho, toda la vida: el deseo de ser deseado, las inseguridades de todo tipo, la insatisfacción con el propio cuerpo, el terror a quedarse siempre solo porque "así nadie te va a querer".
Lo que quiero decir es que el sistema de expectativas de esta sociedad machista condiciona a las mujeres pero también a los hombres y que el gran mérito del film es que permite advertir eso al concentrarse con tanta franqueza sobre el período donde esos roles se constituyen. Dicho muy brutalmente, lo más fácil para las mujeres es aceptar alguna forma de sumisión y lo más fácil para los hombres es el ejercicio de la violencia verbal o física. Después cada uno hace lo que puede con su vida pero si en algún momento uno siente que necesita rebelarse contra ese orden, debe estar dispuesto a enfrentarse con uno mismo, que es el enemigo más temible.