En el otoño de 1955, Ono escribió su primera obra de instrucción, titulada Lighting Piece (Pieza de iluminación): “Enciende un fósforo y observa hasta que se consuma.” Hubo que esperar hasta el 16 de julio de 1961 para que expusiera sus pinturas y dibujos de instrucciones en la AG Gallery de George Maciuna, en Nueva York. Allí exhibió algunas caligrafías, pero la atención se concentró sobre todo en los lienzos colgados en la pared o colocados sobre el suelo, con los que el público interactuaba según las instrucciones: se paraba encima o les prendía fuego, por dar solo algunos ejemplos del tipo de acciones con las que los espectadores estaban invitados a completar el proceso de creación de las obras. Ono estaba allí, les daba la bienvenida, los llevaba a recorrer la galería y les explicaba qué tipo de obras hacía y cuál era el rol del espectador.
Menos de un año después, el 24 mayo de 1962, Ono organizó un concierto y una exposición en el Sogetsu Art Center de Tokio, donde mostró solo las Instrucciones para pinturas que, a pedido de ella, había escrito su marido el compositor Toshi Ichiyanagi sobre hojas de papel blanco. En su mayoría, las obras eran las mismas que había exhibido en la AG Gallery, pero esta vez se invitaba a los espectadores a participar del proceso creativo de manera menos física y más conceptual. Mediante esta simplificación –un ejemplo muy temprano de arte conceptual–, Ono ponía en cuestión la unicidad y la sacralidad del objeto de arte. En lugar de ocuparse de la interacción visual entre materiales, técnicas y métodos, como los artistas abstractos que dominaban el mundo artístico de esa época, Ono trabajaba a partir del concepto: solo utilizaba palabras que fuesen, a la vez, una descripción y una definición de la acción, pero que aun así dejaran suficiente espacio material y/o mental al “performer”.
Este punto de partida, la palabra, vincula el trabajo de Ono con la literatura, particularmente con la poesía. Con razón, muchos críticos asocian sus Instrucciones con partituras musicales; otros apuntan al haiku, a la métrica sin rima y arrítmica que se desarrolló en el siglo XVI a partir del género japonés clásico conocido como Tanka. Pero las Instrucciones de Ono no son poemas. Son obras visuales de un nuevo tipo de arte –compartido con otros artistas contemporáneos como John Cage y George Brecht–, cuya condición de visuales se ve reforzada tanto por el hecho de que la propia artista las ha denominado “pinturas”, como porque tratan de la pintura. Pintura para ver el cielo; Pintura para el viento; Pintura de humo; Pintura para clavar un clavo y Pintura para construir en la cabeza, todas de 1961, suponen una discusión sobre arte. Dice Ono: “Todas mis pinturas son instrucciones para pintar (dirigidas a que otros las produzcan) y aparecieron cuando el collage, el ensamblaje (1915) y el happening ya existían en el mundo del arte. Teniendo en cuenta su carácter, para referirse a ellas se podría utilizar cualquiera de esos tres términos, o algún otro, en lugar de la palabra “pintura”. Pero me gusta esta palabra, porque de inmediato se conecta con la “pintura de pared”, y eso es lindo y divertido.” Sin embargo, la artista no hace intelectualizaciones acerca de sus obras. Al contrario, abre un espacio donde el espectador/participante puede respirar, y en el que las obras surgen a partir de un diálogo poético.
Fragmento del ensayo "Instrucciones y narrativas", extraído del catálogo que acompaña la muestra Yoko Ono. Dream Come True, del 24 de junio al 31 de octubre en MALBA.