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Rafael Barradas. Quiosco de Canaletas, 1918. Colección Malba.

En agosto de 1913, Rafael Barradas viaja a Europa y desembarca en Génova, Italia. Su periplo tiene como primeras protagonistas a las ciudades de Milán y París, donde entra en contacto con las diferentes vanguardias artísticas y se interesa especialmente en el futurismo y el cubismo, para luego establecerse en Barcelona en 1916 y en Madrid a partir de agosto de 1918. En esos centros urbanos, Barradas desarrolla su vibracionismo y se convierte en un verdadero referente artístico.

La metrópoli y sus nuevos protagonistas –las máquinas y los nuevos medios de transporte como el tranvía eléctrico y, en especial, el automóvil– ocupan un lugar central en su obra de esos años. La luz artificial, presente en las marquesinas de neón y en los lugares de reunión como los cines, teatros y cafés, marca la atmósfera del día a día. Los bares y cafés con sus parroquianos son motivos fundamentales para Barradas, sobre los que ya había comenzado a trabajar en Montevideo a una edad muy temprana. En Barcelona, los retoma traducidos a un lenguaje pictórico nuevo que, si bien se nutre del futurismo y de ciertos postulados cubistas, busca además un camino personal.

Escribe el historiador de la arquitectura Adrián Gorelik: “Ante obras como El circo más lindo del mundo o Quiosco de Canaletas, ambas de 1918, es sencillo advertir que la ciudad no es un contexto de emergencia de las vanguardias artísticas, ni tampoco el tema de sus obras –o al menos no solamente–, sino su condición de posibilidad: la yuxtaposición, la fragmentación, la multiplicación espaciotemporal son recursos que el arte toma de la experiencia de la metrópoli. O, mejor, son recursos a través de los cuales el arte mima la experiencia de la metrópoli: las obras son al mismo tiempo un homenaje a la ciudad que las hace posible y una exhibición de sus códigos formales”.

Rafael Barradas. Café, 1918. Colección MNAV.

Rafael Barradas. Composición, 1917. Colección MNAV.