Víctor Grippo. Analogía IV, ca. 1972.
Opacidad, incógnita, suspensión. Esta tríada de términos nos acerca a la obra de algunos artistas, cuyos trabajos organizan una multitud de posibilidades que ponen en crisis a lo unívoco, la monotonía y los límites de las definiciones. [1]
Es posible pensar que artistas como Víctor Grippo y Jorge Macchi desconocen la dimensión espacio-tiempo, es decir, la ubicación en un sitio específico y el transcurrir lineal del tiempo. Ellos ignoran la métrica de nuestras vidas cronometradas. El reloj mide, fija, controla el tiempo —y controla también las personas. Pero estos artistas buscan liberarse. ¿Pueden convivir pasado, presente y futuro? ¿El tiempo es ahora? Grippo y Macchi reivindican el derecho al vacío, al cero, a repensar lo más básico. Nos conducen abajo, hacia la nada absoluta y luego arriba, hacia la expansión infinita. Big Bang.
Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares iniciaban en 1936 su trabajo literario compartido con la revista Destiempo, que incluía una columna titulada “Museo”. El “Museo” de Borges y Bioy reunía textos breves, atribuidos a autores famosos, ignotos y apócrifos. Era una constelación abierta y sin conclusión, tensionada entre el panorama y la disrupción, desarmando las oposiciones entre ficción y realidad, tiempo y lugar, imagen y palabra. [2] Hoy, en otro milenio, otros “museos” pueden volver a exhibir, recurriendo a obras como las que analizo aquí, la resistencia a las definiciones y la fe en la suspensión. [3]
La obra Tiempo (1991), de Grippo, está compuesta por cuatro papas, cuya energía hace funcionar un reloj digital. Las papas están conectadas con cables y electrodos de zinc y cobre, generando energía puramente natural. No hay conexión eléctrica. El reloj digital funciona así y marca sólo los segundos, en una rápida cuenta regresiva, enfatizando que la aceleración del tiempo es una prisión creada. Cuando el mundo termine, terminarán también la agitación y el control febril. Lo confirma un breve texto que acompaña y es parte de la obra:
Stravroguin: En el Apocalipsis jura el ángel que no habrá más tiempo.
Kirilov: Lo sé. Así lo dice allí, con toda precisión y exactitud. Y cuando todo hombre haya alcanzado la dicha, entonces no habrá más tiempo, porque no será necesario. Es un pensamiento muy justo.
Stravroguin: ¿Dónde lo esconderán entonces?
Kirilov: En ninguna parte lo esconderán. El tiempo no es un objeto, sino una idea. Se extinguirá de la mente.
Grippo tomó este pasaje de la novela Demonios, de Fiodor Dostoievski. El texto, en articulación con los demás componentes de la obra, explora la polaridad analógico-digital y recuerda que el tiempo vital es un tiempo distinto al de la velocidad furiosa. Las papas, símbolo de la energía contenida y transformadora de América Latina, revolucionan y son el motor de un sistema que les es impuesto. Instan a frenar la carrera digital y volver a un tiempo orgánico (a vivencias más receptivas, corporales, sensibles, ligadas al suelo, la germinación y la naturaleza).
En uno de sus escritos, Grippo señaló: “Nuestra obra será más completa si aceptamos que ‘algo’ coexiste con la razón, que el símbolo o la imagen encierran más de lo que podemos verificar”. [4] Continuó esta reflexión contemplando su trayectoria artística: “Desde 1970 mi propuesta intenta acortar la contradicción entre arte y ciencia a través de una estética surgida de una relación química completa entre lo lógica-objetivo y lo subjetivo-analógico, entre lo analítico y lo sintético, valorando la imaginación como instrumento de conocimiento creador no menos riguroso que el provisto por la ciencia. A partir de entonces realicé un serie de ‘Analogías’ (en la mayoría de las cuales el material básico estaba constituido por papas, alimento de uso universal y cotidiano de origen latinoamericano) a través de las cuales se integraban elementos metafóricos con conclusiones objetivas y preocupaciones éticas, al aludir a una amplia acción en las funciones del vegetal y la conciencia humana [….] En Analogía IV, sobre un mesa se enfrentaban: un plato con papas reales con los respectivos cubiertos y del otro lado, los mismo elementos, fielmente cincelados en acrílico transparente e incoloro, según el modelo real [….] Refiriéndose a estas obras Martín-Crosa decía: ‘cada una de ellas es la historia de un ser al que se pone en trance de revelar sus posibilidades ocultas. La ‘papa’, ascendiendo energía, el ‘útil’ convirtiéndose en compañero simbólico, la ‘mesa’ desatándose en círculos de intelección’”. Las obras de Grippo obras vulneran la métrica de relojes y calendarios.
Macchi, como Grippo, desafía el pensamiento tradicional acerca del tiempo como un vector que apunta hacia el futuro. Perturba su carácter lineal. Corta un continuum acelerado. Ambos artistas expresan “cronofobia”, es decir, una aversión al paso del tiempo arrasador, barriendo con todo, sometiendo hasta la identidad personal. Sus obras abren en cambio espacios hospitalarios, crean otro ritmo, nuevas duraciones. [5]
fan (2013) es un ventilador de techo que Macchi decide instalar en el ángulo de la sala de exposiciones. Es obvio que el ventilador no tendría que ubicarse allí. Gira pero sus aspas chocan contra los muros de las esquinas. Hace ruido. Mientras las paredes se marcan y rompen, el polvo se acumula en el piso. En el ruido anómalo que produce al golpear sus aspas contra los muros, en el girar incesante, el ventilador resulta magnético. Sorprende. Los rostros de los espectadores miran hacia arriba, hipnotizados, preguntándose por qué el ventilador está aprisionado en la esquina. El ritmo de los ruidos de los golpes puntúa de otra manera el pulso del tiempo. Al ventilador se suma first second (2013), la expresión material de la distancia que recorre la aguja del reloj al marcar el primer segundo. Esta obra es un angosto triángulo isósceles. Se llega a adivinar, marcado en su superficie, el número dos del doce del reloj. El fluir del tiempo se ha vuelto pétreo.
Macchi desbarata expectativas y respuestas aprendidas. Como lo hizo Grippo en muchas de sus obras, él también pone en entredicho las nociones convencionales de la realidad. Macchi compone su escultura Pendulum (2013) con dos banquetas de plástico y una viga de hierro cuyo peso ronda los cien kilos. Las banquetas, endebles, logran erigirse en el sostén de la viga tan pesada, aún cuando en apariencia carecen de la fuerza de resistencia necesaria. Y la viga se dobla sobre sí misma, muy a pesar de su vigor, se vence y se vuelve curva sin siquiera poder mantenerse erecta. Macchi trabajó una vez más con la contradicción. Penduluminvierte las relaciones entre fuerzas, parece subvertir la magnitud del peso.
La suspensión interroga. La mente lo quiere saber todo. Buscamos racionalización, es decir, control y planificación. Pero si el control y la planificación son instrumentos de conocimiento, también son herramientas de dominio, que permiten ejercer poder sobre la naturaleza y los demás. Asumamos la incertidumbre, en cambio, como una condición de posibilidad. Ante las obras de Grippo y Macchi, enfrentamos experiencias heterogéneas y polifacéticas, que a menudo operan en la zona crepuscular del oxímoron, haciendo convivir las luces opuestas del día y la noche, creando para nosotros un nuevo sol negro. [6]
[1] Este ensayo es una adaptación del texto curatorial escrito para el 43 Salón (inter)Nacional de Artistas, realizado en Colombia en 2013, del cual fui co-curadora. El texto se tituló originalmente “Tiempo de otros saberes”. Más información: www.43sna.com
[2] Véase Fabiana Sabsay-Herrera, “Para la historia de H. Bustos Domecq. Destiempo, una colaboración olvidada de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares”, Variaciones Borges: The Journal of the Jorge Luis Borges Center for Studies and Documentation (Denmark: University of Aarhus, May 1998): 106-22.
[3] En el texto original, me refiero específicamente al Museo de Arte Moderno de Medellín, en donde se exhibieron las obras de Grippo y Macchi, junto a la de artistas como Giovanni Anselmo, Ericka Flórez, Bernardo Ortíz y Karin Sander. El 43 Salón (inter)Nacional de Artistas se extendió por la ciudad de Medellín, ocupando el MAMM, el Museo de Antioquia, la Casa del Encuentro, el Jardín Botánico y el Edificio Antioquia.
[4] Víctor Grippo, “El arte es sobre todo una situación…”. Mecanografiado. Archivo del artista, sin fechar. Una versión del texto fue publicada bajo el título “Modos de Fe”, Artinf nro. 33-34, v.6, mayo-junio 1982, p. 13-14. El texto completo se publicó en Grippo. Una retrospectiva. Obras 1971-2006 (Buenos Aires: Malba, Colección Costantini, 2004).
[5] Véase Pamela Lee, Chronophobia: On Time in the Art of the 1960s (Cambridge: MIT Press, 2004); Ana María Llamazares, Del reloj a la flor de loto. Crisis contemporánea y cambio de paradigmas (Buenos Aires: Del Nuevo Extremo, 2011); Gerhard Dohrn-van Rossum, History of the Hour (Chicago: The University of Chicago Press, 1996). La identidad se construye sobre la reducción de la disponibilidad de nuestro tiempo y el aumento de los activos. Cuánto más ocupado estoy, más vale mi hora; tengo menos tiempo, pero más estatus. Así, impedir que el presente se desvanezca es una forma de resistencia.
[6] Apropio aquí la definición de Borges del oxímoron como un “sol negro” en su relato El Zahir.
–––––
El jueves 28 de febrero, Florencia Malbrán participará de un encuentro junto a Jorge Macchi para conversar sobre la obra y el legado de Victor Grippo, en el marco del ciclo Historias de verano.
El ciclo Historias de verano propone recorridos por las salas del museo junto a especialistas e historiadores, para hacer “retratos” de los artistas que forman parte de la Colección Malba.
Texto de 1987, reproducido en el catálogo Victor Grippo. Homenaje (Malba, 2012).
Historias de verano
Víctor Grippo
En esta conversación, el artista Jorge Macchi y la crítica y curadora Florencia Malbran explorarán juntos las investigaciones de Grippo y su legado, profundizando en su noción de indeterminación o a-normalidad, con la intención de construir una mirada sobre la cultura contemporánea.
Jueves 28 de febrero, 18:30